Ciclo «¿Te acuerdas?» – Parte 11 – El arte de tirar el cigarrillo

No tengo nada en contra de los fumadores, al menos en contra de los que me respetan. De hecho, tengo amigos fumadores. Sin embargo, este colectivo no sólo cuenta con buena gente. Maleducados los hay de todos los tipos, y hace tiempo que hablé sobre una de las acciones que llevan a cabo este subconjunto de fumadores, los de poca educación: tirar la colilla donde les place una vez han terminado con ella. Que digo yo, que si no saben bien qué hacer con ella que se la traguen, seguro que algo les alimenta. Total, el filtro no creo que les haga mucho más daño que lo que se meten antes. Pinchando aquí podéis llegar a la entrada en cuestión. Para los perezosos, la copio a continuación.


La palabra lluvia suele ir acompañada de buenos pensamientos. Si yo pienso en la lluvia como tal, me viene a la mente una imagen de gotas deslizándose por un cristal y el sonido del agua al caer en la oscuridad de la noche (como si no lloviese de día). Pero si en lugar de ir sola se acompaña de estrellas, es algo que también agrada. Es una grata sensación tumbarse en un lugar sin iluminación, abrir los ojos y contemplar cómo bailan las estrellas.

Sin embargo, hay una compañía que puede hacer que la lluvia se deteste: las colillas. El problema no es que sea feo ver caer una, sino que más bien es desagradable a la par que peligroso. Otro inconveniente es que, al contrario de las otras, nunca sabes cuándo va a ocurrir una. Un coche, un autobús, un viandante, un balcón, una ventana, cualquier sitio es factible para que se produzca una lluvia de colillas.

La semana pasada iba andando por la calle y por delante de mis ojos pasó una a gran velocidad. Encendida, por supuesto. Me cogió tan desprevenido que no tuve tiempo de pedir un deseo siquiera. Si no llego a tener la suerte de verla, posiblemente me la hubiera llevado puesta de sombrero. Con lo mal que huele el pelo quemado…

El problema es que ese no es un caso aislado. Este fin de semana he tenido el infortunio de ver otra, en las fiestas patronales de un pueblo. Estaba sentado en la terraza de un bar, viendo cómo la gente bailaba en la plaza del pueblo con la música. Tenía el carrito de mi bebé a mi lado, puesto de forma que ella tampoco se perdiera detalle y yo no la perdiera de vista. Y de pronto, mientras miraba cómo se reía viendo a la gente bailar, vi pasar un objeto a toda velocidad al lado de su cara y rozando el carro.

Al mirar al suelo, el proyectil había sido una colilla encendida. Miré de dónde podía proceder y vi cómo un señor de espaldas al carrito ni se había molestado en mirar hacia dónde la lanzaba. Supongo que pensó que donde cayera estaría bien, porque al fin y al cabo los barrenderos tenían que ganarse el sueldo. ¿Y si le dan al carrito y lo queman? ¿Por qué tengo que ir con un carrito marcado si no lo he pedido? Peor aún, ¿y si le dan a mi bebé en una mano, en la cara, en un ojo? ¿Qué se supone que debería hacer en ese caso, saltarle a él otro de un puñetazo para compensar?

¿Por qué la gente es tan incívica? ¿No se dan cuenta del daño que pueden causar tirando un cigarrillo encendido? Al entorno, al campo, a otras personas… Soy consciente de que a muchos les importa bien poco el prójimo y lo que les rodea. Pero, ¿por qué no lo hacen en sus casas, en una papelera llena de papeles? Así no ensucian la calle y tendrían la ocasión de asistir a unas fallas en primera fila, algo que además es bonito de ver. Quizá porque soy medio valenciano.

9 comentarios en “Ciclo «¿Te acuerdas?» – Parte 11 – El arte de tirar el cigarrillo

  1. Que indeseable. Como ex fumadora y creo rara avis, tenia especial cuidado en tirar las colillas apagadas a la papelera. Me molestaba sobremanera colillas en le suelo. Trataba de fumar lejos de la gente y mas sabiendo que no fumaban. La gente no mira mas alla de uno mismo…

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    1. Ojalá todos los fumadores fueran como tú. Alguno conozco que hace esas cosas, pero no es lo que vemos. Sobre todo si los fumadores afectan a gente que ni les va ni la viene. Hay fumadores que cuidan de acercarse a niños pequeños que conocen, pero a los demás que les den. Y algunos que prácticamente le echan el humo a sus bebés, así que lo que harán con los que no conocen será poco menos que peor…

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  2. Has tocado un tema que a mi especialmente también me toca las narices. Recuerdo cuando los niños hacían castillos de arena en el parque y la cantidad de colillas que llevaba el torreón en cuestión. Las colillas son basura, no se por qué está tan extendido el que mucha gente las tire al suelo, las entierre en la arena del parque, de la playa o las lance por la ventana. Estoy contigo Oscar.

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