Aparcar de oído

Hay algo en España que un elevado porcentaje de conductores utiliza. No es algo bueno, ni ético, ni tan siquiera reporta beneficios, pero reconozco que es cómodo. Sobre todo para los que son (somos) un poco torpes, no terminan de ver bien y/o quieren asegurarse de que están apurando al máximo. Me refiero a aparcar de oído.

Aparcar de oído no es bajar la ventanilla, pedirle a alguien que te ayude (si no hay copiloto que pueda hacerlo) y esperar instrucciones del tipo «Un poco más, un poco más, ¡para!», «Gira todo al contrario» o «Dale, dale, dale… ¡ya!». Aparcar de oído consiste en apagar la radio, maniobrar para introducir el coche en el hueco (que en ocasiones es más pequeño que el propio vehículo) y darle gas hasta escuchar un «¡Plonc!». Es importante que el ‘plonc’ suene lo suficientemente fuerte como para no tener dudas, para poder maniobrar de nuevo y acelerar en sentido contrario y escuchar un nuevo ‘plonc’ que nos vaya delimitando los movimientos. Soy realista. Todos los que conducimos hemos encontrado alguna vez, después de dar muchas vueltas, un hueco lo suficientemente pequeño como para tener que aparcar ‘al toque’. Pero aparcar de oído y aparcar al toque son dos formas distintas de estacionar (aunque reconozco que hay quien las fusiona). En la segunda, uno va echando el coche despacio hacia adelante o hacia atrás, y lo hace tan lentamente que el contacto con el otro vehículo aparcado es imperceptible. Solo se sabe que están tocándose porque el coche propio ya no sigue avanzando. Se tarda más así, lo sé, pero ni tu coche ni el del otro sufren desperfectos. Lo que no entiendo es, si leyéndolo resulta sencillo, ¿por qué es tan complicado ponerlo en práctica? Hay una cantidad enorme de gente que no tiene ningún cuidado.

Aparcar de oido InternaAnoche entré en el coche tras comprar en la farmacia y me puse a elegir un CD antes de arrancar. Mientras buscaba, llegó un coche a aparcar delante de mí. Tenía suficiente hueco como para meterlo (cabía su coche y parte de otro) así que no me moví. Dejé de mirar la caja de discos para ver el coche que tenía maniobrando delante, me gusta mirar mientras aparcan por si hay algún percance. Soy raro, lo sé. De repente vi que aceleró marcha atrás como si quisiera huir. Sin tiempo de reacción por mi parte sonó un ‘plonc’. Me quedé boquiabierto y le di unas diez ráfagas de luces para que el conductor fuera consciente de lo que había hecho (darme a traición). Sin embargo, además de no ser suyo el coche que llevaba, debía ser ciego, porque ‘no vio’ las ráfagas que le regalé. E intuyo también que tenía la radio puesta (incompatible para aparcar de oído), porque tras la maniobra para alejarse me propinó otro golpe que levantó mi coche del sitio. No lo hizo retroceder de milagro. No pude más y después de tocarle el claxon durante 3 segundos salí a gritarle qué narices estaba haciendo.

Salió una mujer del coche, aun en shock por el trallazo recibido, yo creo que le saltó hasta el airbag, y con dificultad me decía «es que no te he visto, no lo he hecho… es que no sabía que estabas ahí, no te he visto». ¿No me ha visto? ¿Quiere decir esto que solamente tiene cuidado de los coches ajenos cuando sabe que está el conductor dentro? ¿Y las luces que le di tampoco las vio? ¿Pero esta señorita aparca con los ojos cerrados? No me extrañaría, eso explicaría por qué los coches que tiene delante y detrás saltan para que el suyo entre. Ni comprobé si me había hecho algo en el paragolpes, de la mala leche que tenía solo le dije de un grito que no tocara su coche que me iba y le dejaba sitio de sobra, porque por lo visto era imposible que en menos de 10 metros acertara.

¿Por qué la gente tiene tan poco cuidado en aparcar? ¿Tan poco valoran sus cosas? Yo, aunque sólo fuera por no dañar mi coche, tendría cuidado… ¿Tan poco importan las cosas de las demás? Y tú, ¿aparcas al toque o de oído?

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Precaución, amigo conductor

BBike

El fin de semana pasado fuimos de paseo por la ciudad y tanto al ir como al volver hacia casa, en la carretera, me topé con unos vehículos llamativos, que dicho sea de paso, deberían prohibir. Mejor aún, no tendrían que haberlos permitido nunca. Leo tu prejuicio: «Ale, ya está el radical«. Bueno, quizá no te falta razón. O quizá me la des al final de la entrada.

No quiero hacerles publicidad porque me parece un peligro público. El vehículo en cuestión es una mesa alargada a la que le han puesto 18 asientos con pedales de bicicleta alrededor, que cuenta con varios grifos que tiran cerveza y de los cuales uno puede servirse libremente. Pedalear en ellos es lo que hace que el cacharro se mueva. Con esto, la que se denomina como Bicicleta de la cerveza, es aparentemente un lugar distinto donde ver la ciudad, hacer ejercicio y refrescarse tomando una cerveza, todo a la vez. Qué inventazo. Y yo malmetiendo, cómo soy… El caso es que leyendo lo que serían sus «Términos y condiciones de uso«, esa gran empresa establece una serie de normas y prohibiciones que si se incumplen se pueden castigar con el fin del uso del aparato. Ja. La teoría (publicidad) es que eso está muy controlado para que nadie haga el burro, y que resulta lo mejor para celebrar un cumpleaños, una despedida de soltero/a o para pasar un rato con los amigos de una forma distinta, atractiva y divertida.

La realidad es bien diferente. Lo que yo pude ver es que eso iba por mitad de una calzada de varios carriles para cada sentido, a una velocidad de unos 6-7 km/h cuando los coches circulan entre 40 y 60 (¡9 veces más!), que los coches tenían que frenar para no empotrarse en él, sobre todo si venían de saltarse un semáforo en ámbar-casi-rojo, que a veces estaba parado en la carretera sin señalización de ningún tipo, y que ahí solo había borrachos haciendo el cabra, gritando, levantándose, saltando y agitándose en asientos sin ningún tipo de cinturón de seguridad (sí, haciendo todas esas cosas prohibidas y por las cuales ninguno se bajó aunque en las normas diga otra cosa).

FrenazoSegún la empresa, los pasajeros pueden beber hasta dos litros de cerveza, pero el «conductor» que supuestamente controla el aparato no está midiendo lo que bebe cada uno, sino que está de cachondeo con los pasajeros. Si uno de esos seres inteligentes con más alcohol que sangre en las venas decide saltar o hacer el idiota encima del aparato como hicieron dos el día que yo lo vi y se caen a la carretera (afortunadamente eso no pasó), ¿qué ocurre? ¿Y si alguien le atropella por la falta de tiempo para reaccionar? ¿Tiene que vivir ese conductor con eso toda la vida por culpa de un descerebrado y unos sinvergüenzas (la empresa)? ¿Y si lanzan un vaso de cerveza a un conductor que va tranquilo y le provoca un accidente? Hay borrachos que no necesitan mucho para verse intimidados y «defenderse«.

Todo eso está prohibido, pero tras la experiencia me río yo de las actuaciones de la empresa ante actos prohibidos en sus normas. A menos que un policía les multe, no creo que ocurra nada. Y en caso que algo pase, la empresa dice que no se responsabiliza de nada de lo que hagan los borrachos que lleva a bordo. No, si tontos no son. Se lo huelen y se curan en salud…

¿Habías visto alguna vez algo similar? ¿Qué te parece que algo así circule por ciudades muy transitadas? ¿Lo quitarías o lo probarías?

Cuidado con el perro

Perros y niños cruzando

Supongo que es algo que yo no acierto a entender por carecer de mascota. Nunca he tenido perros ni gatos, y a pesar de que la gente que los tiene habla maravillas de ellos no me llama la atención hacerme con uno. No sé, personalmente lo veo como el instinto paternal. Si no te llega, no te apetece tener hijos. Al final, la gente quiere a sus mascotas como si fueran sus hijos, por lo que tampoco le veo demasiadas diferencias a lo del instinto. Sé que muchos de los que me leen tienen mascota, y algunos de ellos incluso tienen mascota e hijos. Así que supongo que estos dos grupos, sobre todo el último, podrá sacarme de la gran incógnita que plantea la situación que con relativa frecuencia me he topado en las calles de mi ciudad.

Bicicleta con ruedines Últimamente me ha llamado la atención la existencia de familias con perros y niños pequeños (de 2 a 4 años) que cruzan las carreteras de un modo que me resulta peculiar. Los padres por delante sujetando una correa con la que llevan a los perros. Los niños detrás de ellos solos y sueltos, andando, en un triciclo, en un patinete, en una bicicleta con ruedines o en una moto de bebé de esas en las que los bebés llegan al suelo con los pies y que me recuerdan al troncomóvil de los Picapiedra por tener los dos el mismo tipo de avance. ¿Por qué hacen esto? ¿Es cuestión de prioridades? Porque me pregunto en qué basan sus prioridades entonces (y no menosprecio a los animales, ojo). ¿Es cuestión de negligencia? ¿Es cuestión de ignorancia?

PatineteCuando veo estas situaciones, que se dan más frecuentemente de lo que parece, me quedo pensando por qué los padres llevan cogidos a los perros y no a los niños en el momento de cruzar una carretera, con los peligros que ello conlleva. ¿Y si algún conductor se despista? ¿Y si no frena a tiempo? ¿Y si arranca antes de lo debido (hay muchos que reanudan la marcha cuando estoy terminando de cruzar, el día que se me caigan las llaves y me agache a por ellas me embisten)? ¿Es más prioritario mantener a salvo a sus mascotas que a sus hijos? Cabe pensar que llevan sujeto al animal porque no saben cómo puede reaccionar y lo mismo les da por salir corriendo. ¿Y el niño de tres años? ¿Quién asegura que no sale corriendo o se vuelve a por algo que ha visto en mitad de la carretera? Quizá soy demasiado desconfiado, pero a mí no se me ocurriría llevar sueltos a mis niños a la hora de cruzar y dejar que fueran detrás de mí. Quizá es que no son tan buenos como los de otros padres.

Rojo, amarillo y… ¡verde!

Colores del semáforo

Reconozco que aunque soy joven hace bastantes años que obtuve el carné de conducir. Por aquél entonces, cuando estudié el tema de la señalización, me contaron que los semáforos tenían tres colores: rojo, amarillo (aunque todos le decimos ámbar) y verde. Si se encontraba el primero de los colores luciendo, había que detenerse. Si era el tercero, se podía pasar. Si el color era el segundo (que además dura escasos segundos), había que detenerse siempre que no se pudiese parar antes del mismo en condiciones de seguridad suficientes.

De un tiempo a esta parte, o el significado del ámbar en un semáforo ha variado en el código de circulación y lo han comunicado por alguna red social en la que no estoy dado de alta, o la gente no tiene muy claros los conceptos de frenar y acelerar. Me resulta curioso cómo la gente acelera, como si le fuera la vida en ello, cuando se aproxima a un semáforo que está a punto de cambiar a rojo.

Los colores del semáforo¿Por qué pasa esto? ¿Tan importante es el minuto (como máximo) que van a ganar por no esperar el siguiente cambio a verde? ¿Solo yo me doy cuenta de que aumentan exponencialmente las posibilidades de generar un accidente? Y ya no es porque algunos para pasar dupliquen la velocidad máxima permitida en la vía, que también, sino porque la mayoría no consigue llegar a tiempo y atraviesa el semáforo cuando ya está en rojo (algunos incluso recorren varios metros antes también en rojo). ¿Les da lo mismo que en el siguiente cruce otro coche pueda arrancar nada más ponerse su semáforo en verde (que algunos incluso salen aún en rojo porque saben que va a cambiar) y colisionar con él? Si el segundo lo hace bien, ¿por qué tiene que jugarse su integridad por culpa de un descerebrado que no sabe para qué sirve cada color?

¿Y vosotros, también aceleráis en ámbar? ¿Os saltáis la semáforos en rojo? Si lo hacéis no os pondré una cruz, pero os pediré que tengáis cuidado y que no tengáis un accidente. No quiero que los pocos seguidores que tengo dejen de pasar por aquí.

Yo para ser feliz quiero un camión

Camiones

Quiero comenzar reconociendo que este colectivo no es como el de los abogados o los comerciales. Quizás porque jugarse la vida cada día en la carretera les hace ser de otra manera, pero a diferencia de los otros dos gremios, los primeros, en su mayoría, se dedica a hacer su trabajo sin intentar hundir de cualquier forma al prójimo. El problema es que los pocos que van a su rollo pueden causar catástrofes mayores que las de los otros dos grupos juntos.

¿Seguro que te da tiempo?Ayer, volviendo a casa, entré en una rotonda que da entrada a un polígono. Es muy transitada por camiones, así que yo me lo suelo tomar con filosofía. Cuando conseguí entrar en ella la realicé tal y como comenté que me recomienda el código de circulación. Cuando me aproximaba a mi salida, puse en marcha mi intermitente derecho para avisar a los que querían entrar justo antes de mi salida y a quiénes venían tras de mí. Al aproximarme a la salida, un señor que conducía un camión enorme me miró, pensó durante un instante (supongo que «me da tiempo, me da tiempo»), y salió a la (escasa) velocidad que puede salir un vehículo de esas dimensiones. Ahí me vi yo, a tres metros del camión, con la preferencia de ir por dentro de la rotonda y pegando un frenazo que entre las ruedas y el claxon podía haber compuesto algún tema musical.

Me gustaría saber qué se le pasó por la cabeza a ese individuo (si es que se le pasó algo), porque obviamente no le daba tiempo a pasar ni aun llevando el camión vacío. ¿Por qué decidió salir si yo estaba al lado? ¿Le daba igual porque en caso de colisión él ganaba seguro? Tendría que volver a hacer algo similar pero con una scooter. Así podría saber lo que sentí yo y quizá con un poco de suerte no lo haría más.

Y vosotros, ¿os habéis encontrado alguna vez con camioneros que piensen que son los amos de la carretera? ¿Ha peligrado vuestra integridad física por culpa de un camión de varios ejes? ¿Os apetecería conducir uno de ellos para sentir que pase lo que pase vais a ganar siempre?


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Ciclistas atrevidos

Ciclistas atrevidos

El fin de semana en Rascafría dio para algo más que para ver cómo una señora se cargaba en dos minutos, y por dos veces, la educación que intentaba inculcar a mi pequeño acerca de leer – y obedecer – los carteles que encontrara en la calle. También dio para empeorar mi visión sobre el resto de padres y el ejemplo que dan a los niños.

Los bicivoladoresHay personas que piensan que cuando se montan encima de una bicicleta se vuelven poderosos, inmortales, o que se han convertido en uno de los bicivoladores. Muchos, además, se piensan que las normas no están hechas para ellos. Parto de la base que no tengo nada en contra de los buenos ciclistas. Yo una vez lo fui, usaba la bicicleta a diario, en cuanto terminaba mis deberes. Salía con varios amigos a dar de sí los cuentakilómetros que tenían incorporados. Pero siempre respeté las normas, o al menos lo intenté, dentro de lo que mi adolescencia me permitió (comprendo que esta es una edad muy mala, y que uno no es consciente de prácticamente nada). Además, sé que hay mucha gente que utiliza la bici con responsabilidad.

Pero es que estoy cansado de ver adultos que utilizan la bicicleta circulan creyéndose que están por encima del bien y del mal. He visto muchos que van por la carretera, y ante un semáforo en rojo adelantan a los coches y se lo saltan, supongo que porque piensan ellos no tienen que pararse. O peor aún, que se convierten en peatones con ruedas – no se bajan de la bicicleta – y tras pasar por el paso de cebra esquivando a la gente (no tengo muy claro quién esquiva a quién) suben a la acera para bajar a la carretera de nuevo unos metros más adelante. He comprobado cómo circulan por las rotondas obviando los “Ceda el paso” que encuentran para entrar en ellas. O cómo se saltan los pasos de cebra por la zona del carril bici – a veces ni siquiera por él – para agredir verbalmente al peatón ¡por no parar! Y, aunque la ley les ampara, he visto cómo han circulado por un carril en carreteras con arcén en bloque de dos charlando y ralentizando el paso de los coches que van detrás. Quizá yo siempre fui una persona miedosa o desconfiada en exceso, pero siempre procuré apartarme de los coches cuando venían para dejarles pasar. Nunca sabía cuándo podría encontrarme al idiota que me llevara por delante porque sí. Tenía la costumbre de salir a pedalear sin armadura y por mucha ley que me apoye en un juicio, tengo que poder llegar vivo a él para ganarlo.

Ciclista sin miedoVolviendo al viaje, una de las tardes fui partícipe de un casi-accidente. Supongo que me sorprendió por no conocer el pueblo, y que los protagonistas seguramente sí lo conocían. Paseaba por una calle cuya dirección era cuesta arriba en una zona en la que había una curva pronunciada y un coche subía bastante rápido. El conductor vio un hueco que tenía a la derecha y como quiso aparcar aminoró la marcha. De pronto apareció de la nada un señor montado en una bicicleta a toda velocidad y ambos frenaron en seco. Dos segundos después, también en dirección prohibida en una calle sin visibilidad, aparecía un niño de unos 8 años en otra bicicleta igual de rápido, que frenó al ver a su padre. Si el coche no llega a reducir para aparcar, seguramente se habría llevado al padre por delante. Y si llega a ir un poco despistado, a los dos. Imagino que el conductor del coche lo último que esperaría es que por allí vinieran dos ciclistas como si el que iba mal fuera él con su vehículo.

Yo no daba crédito a lo que acababa de ocurrir. Un señor había puesto en peligro su vida. Pero no contento con eso, estaba poniendo en peligro la de – supongo – su hijo. ¿Por qué había decidido eso? ¿Qué le llevaba a actuar con tanta temeridad, la excesiva seguridad sobre sí mismo? ¿Qué ejemplo le estaba dando al niño? Si un día cualquiera el chaval fuera solo y haciendo algo parecido tuviera un accidente, no me extrañaría que el – estúpido – padre se llevara las manos a la cabeza y culpara a todo y a todos; menos a él mismo.


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Como un cono cualquiera

Nunca lo había pensado, pero la vida de un cono tiene que ser dura. Les fabrican con el único fin de vivir pendientes de esquivar golpes. Y eso tienen que hacerlo sin moverse de donde les ponen.

Fila de conosLos que tienen más suerte que el resto se pasan mucho tiempo de su vida simplemente delimitando, como los que ponen en los carriles adicionales de las carreteras en las operaciones salida o retorno. Pero tarde o temprano se convierten en «esquivadores» de golpes. Los (simplemente) afortunados solo tendrán que vivir pendientes de no llevarse un balonazo cuando los niños los utilicen como postes de portería. Los que no tengan tanta dicha tendrán que vivir siempre en la incertidumbre de no saber si serán machacados por la corpulencia de un patinador patoso intentando esquivarlos haciendo juegos de equilibrio. Los más desgraciados tendrán que sudar la gota gorda deseando no ser arrollados por una bicicleta, una moto o un coche descontrolado.

Cono a esquivarPrecisamente así es como me sentí ayer cuando me dispuse a cruzar la calle por un paso de peatones. ¡Atrevido! Iba yo atravesando la carretera tan feliz cuando uno de los coches que se acercaban aceleró hacia mí (sí, en lugar de aminorar subió la velocidad) y se metió por delante del coche de al lado en una peligrosa maniobra para evitarme. Imagino que pensó que le daba tiempo de sobra porque el otro sí que iba a frenar. Ja, iluso. Pasaron los dos al límite de darse entre ellos y de darme a mí. Creo que hubiera sido cuanto menos curioso que me hubiese visto envuelto en un accidente que no había provocado y en el que llevaba todas las de perder, ayer había salido de casa sin armadura.

Pero lo que me parece triste de todo esto es que ya no basta con esperar a que pasen de largo los coches que se aproximan a un paso de cebra. Poco a poco estamos derivando a tener que esperar a que se vacíe la calle, sobre todo de listos que se piensan que es suya. Triste desgracia humana.

¿Y a vosotros? ¿Os ha pasado algo parecido? ¿Habéis sufrido percances con los pasos de peatones?


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Intermitentes

Como una persona joven que me considero, soy consciente de la continua evolución que se produce en todas las facetas de nuestra vida. Una de ellas es la automoción. Es común ver cada día nuevos vehículos con multitud de elementos que, además de encarecer el precio final, podrían considerarse sobrantes. De hecho, durante muchos años los coches no llevaron bastantes de ellos encima y todo funcionaba perfectamente. Navegador, ordenador, montones de menús, configuraciones, información de multitud de elementos del coche, limitadores de velocidad, cámara para el aparcamiento… Muchas funcionalidades que sirven para facilitarnos la existencia, pero también para hacernos más tontos.

Sin embargo la evolución también ha ido eliminando las cosas que no eran necesarias o que han dejado de ser útiles. Lejos en el tiempo quedan las palancas terminadas en una especie de bola bajo las ventanillas que había que girar en el sentido de las agujas del reloj (o al contrario) para mover el cristal; ahora se hace con un simple botón. Atrás quedaron los cierres que había que bajar con los dedos para asegurar el aislamiento del coche y que nadie pudiera entrar; ahora no sólo lo hace el coche automáticamente, sino que no se ven los cierres. Ya no hace falta ir girando una rueda de un lado a otro para sintonizar un único canal de radio cada vez que se avanzan 50 kilómetros; ahora con unas pocas pulsaciones de botones se pueden tener fijas hasta 10 cadenas distintas, que se resintonizan en cuanto se pierde la señal.

Luces intermitentesPero hay cosas que, aunque nadie las use, se mantienen con el paso del tiempo. Hay algunas, además, que creo que la mayoría de las personas no saben que los tienen, así como tampoco que el hecho de que funcionen a veces sí y a veces no, no implica que estén rotos. Me refiero a los intermitentes. ¿Para qué sirve un intermitente? Cuando uno está obteniendo el carné de conducir, la respuesta es sencilla: «Para indicarle al resto de conductores el próximo movimiento que se desea a realizar«. Cuando uno ya lo tiene, la respuesta es simpele: «Para nada«.

Entrar molestandoY no sirve para nada porque nadie le hace caso al intermitente. Da igual que en una rotonda se ponga el izquierdo indicando que aún se va a continuar en ella y no se va a salir por la siguiente salida. El que se encuentra esperando a entrar va a hacerlo igualmente, acelerando más o menos para evitar colisionar según su pericia. Da igual que se ponga para indicar que se va a proceder a un cambio de carril (incorporación, adelantamiento…). Adelantar molestandoEl que viene por detrás en cuanto lo vea encendido, acelerará a tope para adelantar – por supuesto sin señalizar – y no para dejar que se realice ese cambio de carril. Da igual que se utilicen para indicar la pretensión de realizar un giro. Si hay alguien que puede cruzarse – de nuevo sin señalizar – lo hará.

Es por eso que he pensado cambiar el color de los intermitentes de naranja a un verde fosforito lo más brillante posible. Así espero llamar mucho la atención y mientras la gente me ve, piensa y evalúa la situación, tener tiempo de hacer lo que quiero sin que me lo impidan.


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Por aquí me viene bien

Hay personas que no se molestan en intentar hacer las cosas bien, ni aunque suponga casi menos esfuerzo que hacerlas mal. ¿Prepotencia, chulería, vaguería? El motivo lo desconozco, pero hay acciones que por cotidianas, aunque parezcan simples, generan situaciones que pueden poner en peligro a todo el que se encuentra alrededor.

¿Quién no ha cruzado alguna vez una calle por un sitio cualquiera, sin molestarse en buscar el paso de peatones más próximo? Yo reconozco que aún de vez en cuando lo hago, pero únicamente si estoy sin los niños y además no viene ningún vehículo. Sin embargo, hay personas a las que no les importa nada, ni poner en peligro sus vidas ni las del resto, y hacen lo que les place cuando quieren. Como el señor que se bajó ayer de un pequeño camión parado en doble fila a 20 metros de un semáforo, con la intención de cruzar una calle de dos sentidos. El camión estaba delante de mí, y el hombre miró hacia mi coche para cruzar la calle esquivándome. No sé si por desconfianza a que acelerase y fuera a por él o por ignorancia (lo cierto es que tenía pinta de descerebrado), solo caminaba mirando hacia mí, sin hacer caso del sentido opuesto. Yo veía la escena y me estaba desconcentrando, porque iba derecho hacia un coche que venía por el otro lado. A unos dos metros escasos de impactar con él, y dado que el bobo no apartaba su vista de mí (por un instante pensé que le gustaba), el otro conductor tocó el claxon. El resultado fue mirar asustado y dar un salto hacia atrás para volver a mi carril de forma que casi impacta conmigo. Por fortuna para mí me tenía bien situado y de un nuevo salto hacia adelante me esquivó. Por momentos pareció que iba a marcarse el comienzo de un flashmob del Saturday Night.

En menos de un minuto puso en peligro su vida, cosa que no me importa en absoluto porque cada uno hace con la suya lo que quiere, mi integridad física y la de otro conductor, así como la de los demás ocupantes de ambos coches (y eso ya no me gusta tanto). ¿Por qué lo hacen? ¿Se sienten superiores con ello? ¿Es necesario que pase un mal rato o incluso que pueda tener un golpe o atropellarle porque es un mentecato? Sueño con el día en el que todos se dejen guiar por la máxima de un compañero que tuve en la oficina del DNI: «Haz lo que quieras, pero que tus problemas no me salpiquen«.


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Phombies al volante

Hace un tiempo hablé de lo enganchada que está la sociedad en general a los teléfonos móviles actuales. Lo que no conté fue lo peligroso que puede resultar que esto le ocurra a un inconsciente con un carné que le permite conducir coches y que además hace uso de dicho permiso.

Ayer iba de camino a casa en mi coche. Iba circulando por una carretera de dos carriles que se encuentra entre dos rotondas. Es un trayecto recto de 1300 metros, con lo que la velocidad límite de 90 se puede alcanzar con facilidad si no hay demasiada circulación. Y ahí iba yo, luchando con mi cuentakilómetros para que se mantuviera en el rango 89-91, cuando de pronto noto que un coche me adelanta a gran velocidad (quizá a 120). Miré hacia él y vi a una chica mirando hacia abajo en lugar de hacia delante, que es por donde uno suele mirar cuando conduce.

Me adelantó y comencé a pensar y a llenarme de dudas. ¿Qué narices iba mirando, su entrepierna? Por la dirección de su mirada bien podría haberse tratado de eso, pero a menos que acabara de mancharse ahí con algo era poco probable. Entiendo que iba mirando otra cosa. Entonces pensé en la sonrisa que esbozaba mientras me adelantaba. ¿Y si lo que iba mirando era un móvil? ¿Y si estaba escribiéndose por whatsapp? Tampoco me habría extrañado, estoy seguro de que hay gente que cambia horas de sueño por vivirlas pegadas a su móvil.

Y volví a hacer los ejercicios de buena conciencia que acostumbro. Si de repente se encontrara con un frenazo, ¿cuándo se daría cuenta, cuando se hubiese metido en el maletero del coche que le precedía? ¿Y si hubiese algo en la carretera que tenía que sortear? ¿Y si algún coche de repente se hubiera dirigido hacia ella y hubiese tenido que esquivarlo? ¿Cómo lo iba a ver?

Lo más fácil con esa actitud es que el día menos pensado genere un accidente. Y en esas circunstancias, lo más sencillo es que alguien más (que seguramente vaya respetando el código de circulación) acabe involucrado con mejor o peor suerte. ¿Y si un día se lleva a alguien por delante y ocurre el infortunio de que ella sale adelante? A este paso, el día menos pensado leeré en los carteles informativos de las carreteras: «Tirar una colilla, 4 puntos. Ir whatsappeando, 6 puntos«.


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