Regalo de Reyes

wp-1483720790275.pngAunque llegaron un día por adelantado, estos Reyes han sido los que más ha disfrutado mi pequeño. Y no porque haya tenido más regalos que otros años, sino porque este año le han traído una tablet. Y es SU tablet. Él puede decidir qué poner o quitar de ella y quién y cuándo la usa (más o menos). Es posible que fuera el único niño de su clase que no tenía, así que la ilusión ha sido enorme. Y lo mejor es que fue un regalo por parte de muchos reyes, así que con esta entrada rompo el mito de que los reyes magos son tres. Son cerca de 200.

wp-1483713678204.pngOs dejo una instantánea del disfrute de la ymisma, y aunque no lo veáis, la cara de ilusión con la sonrisa de oreja a oreja es lo que más luz le da a la foto.

Hoy la tablet comparte un sitio con el resto de cosas que ha tenido de los Reyes Magos ‘tradicionales’.

Feliz fin de semana de Reyes.

160 gracias

He escrito, con esta, cuatro entradas en la última semana, y tres han sido para dar las gracias. Me estoy acostumbrando a pedir y que me lo deis. Eso quiere decir dos cosas: que estoy rodeado de un montón de gente increíble, y que tenéis que empezar a pedirme cosas vosotros a mí. Por la teoría compensatoria y tal.

El martes me dediqué por activa y por pasiva a pedir ayuda para un dibujo que había hecho mi pequeño para un concurso en Belenísimo. Y, aunque no dudaba ni un ápice de todos vosotros, tengo que reconocer que me sorprendió que en apenas 48 horas se movilizara tanta gente para echarnos una mano.

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Ganadores de la Tablet

Y ya no solo hablo de vosotros, sino de la vuestros. Al final del sorteo el dibujo del peque había conseguido ganar con la increíble cifra de 160 votos. Fuimos paso a paso, consiguiendo votos de manera escalonada, y las últimas horas fueron una «lucha» de votos frenética contra la segunda, rival que nos lo puso muy difícil. La diferencia entre ambos fue de diez votos escasos, lo que da una idea de lo reñido que estuvo. Por eso, quiero agradecer no solo a los 160 que con su voto hicieron posible la victoria, sino a todos los que participaron en ella compartiendo la publicación y el dibujo, ayudando, publicando y pidiendo el voto a sus amigos para nosotros. Si queréis, podéis hacerles llegar también a todos ellos esta entrada de agradecimiento.

Mención aparte se merecen la madre y los abuelos de la criatura, compartiendo la expectación por el resultado en vivo y por la red, Martes y Ser mami y otras locuras y esas fantásticas comunidades que tienen detrás, mis contactos y grupos de WhatsApp (Navidad cañera, Cada mochuelo en su olivo, FIESTA COMUNIDAD, 1° A, Compis Núñez) que respondieron rápidamente y fenomenal, mi Familia, que votó, compartió y solicitó a diestro y siniestro un voto para mi peque, y todos los que, aun sin conocernos, fueron difundiendo el mensaje.

Además, hay dos personas a las que quiero hacer una mención especial: mi cuñada, que se pasó 2 horas contactando con gente para conseguir un voto para su sobrino y que se ha dejado la paga extra en termos de café para sus conocidos, y la señora Jumbo, que desde el minuto uno estuvo apoyándome, ayudándome, indicándome y aconsejándome acerca de cómo debía afrontar la participación en el concurso, compartiendo conmigo su experiencia previa en este tipo de concursos, y que siguió minuto a minuto las votaciones conmigo durante las últimas horas, movilizando a toda su agenda de móvil y de Facebook. Además, fue gracias a ella que decidí participar en el sorteo cuando lo puso en esta entrada.

A todos, gracias. Mi peque luce una sonrisa de oreja a oreja como la que luciría yo si los niños de San Ildefonso cantaran como ‘el Gordo’ el número que llevo en Navidad junto con mis padres, mis suegros, mis tíos y mi hermano. Y gracias también a Belenísimo por haber realizado el concurso, por permitirnos participar y disfrutar con él, y por haber triplicado el tercer premio en ese triple empate. Enhorabuena al resto de ganadores.

La mejor manera de celebrar la entrada 400 es comunicando la victoria de un sorteo y la alegría de tu hijo.

Esta Navidad haz feliz a un niño

En concreto al mío. Estas fechas son para regalar, para dar felicidad, para ver la ilusión de los niños con los regalos de Reyes… Y todos vosotros podéis conseguir hacer esto con un simple gesto: Votar el dibujo de mi pequeño en el concurso de Belenísimo tras haber iniciado sesión en Facebook y marcar el cuadro «No soy un robot». Podéis acceder a la página de votación pinchando sobre estas letras. Con esto conseguirá ser que más «Me gusta» de Facebook obtenga y podrá llevarse un premio.

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Así ve mi peque la Navidad

Vaya por delante que nunca nos llevamos nada, no sé si porque no somos afortunados o porque nuestras creaciones no valen en exceso; el caso es que siempre nos quedamos a las puertas. Pero mi intención es que esto comience a cambiar de cara al próximo año (este es un buen comienzo). Mi peque participa en el concurso de la Navidad con belenísimo y necesita que le déis un «Me gusta», que lo compartáis y que consigáis que vuestros contactos y amigos también lo hagan. Sé que esto no premia al dibujo más original, ni al más bonito, sino al que más amigos con 1 minuto libre tiene (cronometrado), y posiblemente haga que alguno vote por compromiso sin gustarle el dibujo. Pero si el dibujo de mi hijo no te gusta, piensa en lo feliz que se pondrá si le toca algún premio (en concreto el primero), y en la sonrisa que tendrá GRACIAS A TI. Seguro que eso te anima a emplear un corto minuto de tu larga vida en echarle una mano y conseguir que sea un poquito más feliz por ganar algo. De hecho, el pobre pasó varios días pensando qué dibujo hacer «para que le guste al jurado que elige al ganador».

Yo sé que muchos de los que me siguen tienen una gran influencia en las redes sociales, y que han conseguido quedar líderes de votaciones una y otra vez en todos los concursos a los que se han presentado. Margui, Henar o Martes dan buena fe de ello, las dos últimas con sendos premios en los Premios 20 Blogs, a los que espero que se presenten el año que viene de nuevo para llevarse el premio gordo.

Así que sí, es triste pedir pero más triste es robar. Además, estamos en Navidad y es por la ilusión de un niño. Muchas gracias por votarle. Si gana, le diré que fue «gracias a todos los amiguitos del blog de papá, que son un jurado estupendo».

Viaje del viernes #31

Viaje del viernes

Hay niños nerviosos, en ocasiones muy nerviosos. Eso a veces produce que se vuelvan desobedientes y que lo que era «estate quieto en la silla hasta que nos vayamos» ellos lo procesan como «corre cuanto quieras por aquí y grita si te apetece, vamos«. Suenan parecido pero son un poco distintas. La mayoría de los padres (sí, a mí también me sorprende que no sean todos) se ponen un poco nerviosos y avergonzados y riñen a sus pequeños y les hacen la amenaza que ellos creen ideal: asustarles con el policía más cercano. Y eso no es, ni de lejos, lo más óptimo.

Muchos padres no lo saben, pero hay amenazas que no se deberían realizar. Cuando van a un lugar lleno de policías, es difícil contener las ganas de decirle a los pequeños revoltosos que uno lleva consigo algo como «que el señor policía os encierra en el calabozo, ¿eh?«. Hay progenitores que son un poco más sutiles y lo acompañan de un «como os portéis mal«. ¿Mejora lo anterior? Yo diría que no mucho, pero al menos los pequeños no tienen la sensación de ser llevados a saber a qué cuarto oscuro y en qué condiciones simplemente por poner el pie en la silla. Porque al fin y al cabo, ¿dónde está la vara de medir el hecho de ‘portarse mal‘?

A los niños, sobre todo si son pequeños, por mal comportamiento hay que amenazarles con no ver los dibujos, tener un baño rápido y sin entretenimiento, no jugar a la consola… Pero no con meterles miedo si ven a unos policías. Porque puede darse el caso de que un día ese menor se pierda, y que cuando vea a un policía se aleje de él por miedo a lo que éste le pueda hacer, a pesar de que lo evidente sería que se le aproximara para que le ayudase a encontrar a sus padres.

Hay que recordar que los policías son los buenos, y de los buenos nadie debería tener miedo.

Hay que compartir

Se vislumbra el buen tiempo, y con ello, los niños y los padres se aglutinan en los parques que se levantan por doquier en el pueblo donde vivo. No voy a entrar en que  Hay una frase que se puede escuchar constantemente en cualquier parque infantil: «Hay que compartir». Es una sentencia que muchos padres le dicen a sus pequeños cuando tienen varios juguetes y se les aproxima otro, generalmente con ninguno.

PalasLa situación es bastante similar siempre: un niño juega tranquilamente con sus juguetes, palas, cubos, pelotas… De repente llega uno con las manos vacías, a mirar, cotillear, o quizá a coger algún juguete del primero. El padre del niño, si está pendiente, tarda poco en sentenciar: «Déjale algo al bebé / nene / nena». Y si su hijo se niega, continúa: «Oye, déjaselo que hay que compartir». Esto pinta bien a priori, pero sin excederse, claro. Hay padres que se vienen arriba y sólo piensan en que sus hijos compartan, compartan y compartan. ¿Hasta qué punto tienen que compartir los niños sus pertenencias? Quiero decir, un adulto, ¿cómo estaría de dispuesto para compartir su coche con otro adulto que acaba de llegar y al que no conoce de nada? Y si ese extraño tiene el beneplácito del padre del primero (que tampoco lo conoce), ¿cambia algo? ¿Por qué debemos pensar que con los niños se distinto? ¿A qué se debe que los adultos no quieran dar ni las gracias en muchas ocasiones y obliguen a los niños a que dejen sus juguetes, que en el fondo son sus posesiones más valiosas?¿Tiene algún sentido? Y peor es cuando el niño que no quiere compartir sus cosas llora o se enfada y sus padres hacen lo propio con él. No creo que sea lo adecuado. Mejor explicarle los beneficios de compartir y de no hacerlo, y dejarles elegir. Creo que a nadie de los que me lee le gustaría que su padre le obligara a compartir su cartera con alguien que acaba de acercársele… ¿me equivoco?

Compartir DarYa hablé de ello en su momento, en la señal número 9. Sé que soy un padre exigente. Seguramente demasiado, pero cuando hay juguetes en un parque y mis pequeños los van a coger para jugar, siempre les digo «¿le has preguntado al dueño si puedes jugar?, ¿le has dado las gracias por dejarte jugar?». Generalmente los padres me oyen y me dicen que los usen sin problema, y si viene otro niño a jugar les digo que compartan igual que los han compartido con él. Máxime teniendo en cuenta que puede ser el dueño. Por eso me resultó graciosa la situación de ayer en el parque. Habíamos bajado palas y rastrillos y estaban en el suelo. Un niño se puso a jugar con ellas y al poco llegó la mía. Entonces, el padre del niño, viendo que el peque no quería soltar ninguna de las que tenía, le dijo «hay que compartir, déjale una a la nena». Y yo pensando «hay que fastidiarse, ¡como que son de ella! Estaría bueno que se quedara sin jugar…». Finalmente el niño accedió, pero con pocas ganas. Quizá son los dos extremos, los evitables a toda costa: compartir todo con todos a cualquier precio, y el no querer compartir ni lo que no es de uno con su dueño legítimo. Yo, sin saber si lo hago mejor o peor, me decanto por un término medio en el que les animo a compartir sin obligarles, haciéndoles ver que, de la misma forma, es posible que los demás no quieran compartir con ellos sus cosas. Y eso no les hace ni mejores ni peores que el resto.

 

Cambiador de bebés

Llevo tiempo queriendo contar algo y por unas cosas o por otras no lo he podido hacer. Hoy creo que es un buen día. Un buen fin de semana de febrero me encontraba de compras en un centro comercial con mi mujer y los niños. Estábamos en una tienda de ropa donde ella se probaba algunas prendas. La niña se hizo sus cosas encima y decidí que podría cambiarle el pañal mientras su madre y su hermano seguían en la tienda. Así que busqué unos baños cargado con el equipo de cambio. Cuando llegué a ellos, entré en el de hombres. Sí, ríete de la evidencia tú que estás leyendo esto, pero que sepas que la evidencia es un problema.

Cambiador
Con un trozo de colchón así me conformaba

Por más que busqué no logré visualizar un cambiador de bebés. A menos que fuera un retrete con la tapa bajada. Salí pensando que como era una zona moderna, de poca antigüedad, tendría un cuarto aparte para lactancia o familias, que son más íntimos para las personas con bebes. Pero solo había dos puertas, las típicas «mujeres» y «hombres» que hay en cualquier sitio. Así que mi indignación empezó a brotar. Más aún cuando asomé la cabeza al baño de mujeres y visualicé un cambiador hermoso y sin utilizar. Ganas me dieron de entrar, pero una mujer que miró de mala forma y mis ganas de soltar improperios a espuertas me lo impidieron. Me fui cabreado en busca de otros servicios dándole al lugar una segunda oportunidad. Mi sorpresa fue mayúscula al comprobar que no había un aseo de hombres que dispusiera de cambiador.

¿Por qué? ¿Acaso los padres no sabemos cambiar pañales? ¿Por qué se nos priva la posibilidad de hacerlo? ¿Por qué los padres que van solos con los bebés tienen que dejárselo a una desconocida para que les cambie? ¿Quién ha sido el ignorante que ha permitido ese despropósito? Y digo el ignorante porque no me entra en la cabeza que pueda tratarse de una ignorante, aunque viendo cómo son algunas mujeres… ¿En qué país vivimos? ¿En qué momento alguien decidió por mí que a mi hija se le tenía que irritar el culito si no quería invadir la intimidad de las mujeres que había en el baño (y por ende tener problemas) para limpiárselo? Eso, por supuesto, sin contar con que fácilmente la mitad de las mujeres que me vieran en una sala de lactancia pensarían que soy un hombre divorciado o viudo. Como ya hemos dicho muchas veces, queda demasiado por hacer.

La paciencia es la madre de la ciencia

El día que alguien fabrique paciencia y la comercialice, se hace de oro. La paciencia es algo que deberían vender en todas las tiendas, grandes superficies, e incluso en los chinos, porque aunque fuera de imitación seguro que algo de apaño hacía. En frascos, sobres, al peso… como fuera. Además es algo que nos hace falta a todos, a unos en más cantidad que a otros, y principalmente desde el momento en que nos convertimos en padres. Es una lástima que uno se dé cuenta de la paciencia que le falta con sus hijos cuando ve a otro padre actuar con el suyo, pero la ventaja es que sirve para acordarse posteriormente y poder remediarlo y corregir esta actitud.

Paciencia
Intenta tener la paciencia cargada al 100%

La semana pasada, mientras esperaba para entrar a una sesión de rehabilitación presencié cómo una mujer interactuaba con su hijo de unos seis o siete años como mucho. El niño estaba de rodillas en el suelo con papeles encima de una cómoda silla de hospital, haciendo lo que supongo eran deberes. Parecía que el pobre estaba rezándoles. Por cada operación matemática que realizaba incorrectamente la madre le echaba una pequeña reprimenda no sé si con el fin de motivarle con psicología inversa o porque realmente pensaba que su hijo no lo hacía bien porque no le importaba mucho. El caso es que cuando el niño resolvía bien la operación no le decía nada positivo, con lo cual todos los refuerzos eran negativos. Que si eres un chapucero, que si lo has escrito al revés, que si «¿es que no lo ves?», que si «¿cómo me preguntas eso, en serio lo dices?»… No escuché ni un solo «¡muy bien cariño!», «¡así se hace!», «lo has conseguido tú solito»… no sé, algo; solo un débil y flojo «bien, vale, venga, otro», más como metiendo prisa al muchacho que dándole aliento. Cada frase tenía siempre y como mínimo un atisbo de menosprecio. Así, ¿qué motivación puede tener el pequeño por querer hacer los deberes? Con esta actitud no podemos sorprendernos luego por que los niños no quieran estudiar, lo dejen a mitad o haya fracaso escolar. Me resulta difícil pensar que esa es la manera más óptima de gestionar el tema ‘deberes’.

¿Por qué la madre no se paró a pensar un poco y ponerse en su lugar? Estaba arrodillado en un pasillo de hospital. ¿Es ese el mejor sitio para hacer los deberes? ¿Puede obtenerse un buen rendimiento así, cuando ni siquiera estaría cómodo el niño? No critico el hecho de que lo hiciera de ese modo, eran motivos ajenos a la voluntad de ambos estar allí y había que adaptarse. Pero por ese motivo pienso que la señora debería haber sido más condescendiente. Cuando hacía las cosas mal, ¿por qué no se molestó ni una sola vez en averiguar el motivo? Quizá el niño de verdad no lo sabía, quizá el ambiente no le permitía concentrarse, quizá las prisas por acabar le hacían calcular mal. Pero en cualquier caso podría haber utilizado la frase «vuélvelo a pensar, sé que sabes hacerlo y vas a hacerlo bien». Era el menor de dos hermanos, la excusa de que era primeriza no me sirve. Ya tiene, supuestamente, un bagaje detrás para saber en qué se equivocó con la mayor y actuar de otra manera.

¿Por qué tenemos tan poca paciencia con nuestros hijos? ¿Por qué les exigimos un comportamiento de adultos cuando son sólo niños? ¿Por qué nos cuesta tanto pensar como ellos y entenderles? ¿Por qué la paciencia mengua con nuestro círculo cercano, no debería ser al revés? Antes de dejaros os dejo algunas reflexiones… Si la paciencia es la madre de la ciencia, ¿es la única madre que tuvo paciencia con sus hijos? ¿Se trata de la excepción que confirma la regla? Si una regla tiene excepciones, ¿no dejaría de ser regla?

Te lo paso por WhatsApp

Imagino que esa genial frase fue la que le vino la cabeza al señor que aparece con un niño —supongo, por la forma de comunicarse, que con relación padre e hijo— en un vídeo que me ha llegado por dicha vía. En él aparece un pequeño, con una edad que intuyo se encuentra entre las de los dos míos, ante un felpudo con la palabra «Welcome» escrita. El señor le pregunta qué pone y el niño responde «W, e, l, c, o, m, e; alfombra». Reconozco que el niño, aunque no lo conozca de nada, es muy gracioso. Y este es el problema. No que sea gracioso, sino que no le conozco de nada. Y aún así, me ha llegado ese vídeo. Lo intrigante es que desconozco si el niño actualmente vive cerca de mi pueblo, o en la otra punta del país, o incluso expatriado. ¿Hasta dónde podría llegar dando vueltas? Bueno, algo curioso sería que se lo compartiera alguien (desconocido) de uno de esos grupos que todos tenemos en los que no conocemos a todos los integrantes.

Alfombra
Como todos podéis leer, aquí pone «Alfombra»

A mí también me ocurre. Los padres nos quedamos absortos con las cosas que hacen nuestros pequeños. Y las originales, curiosas y/o graciosas, nos gusta compartirlas con nuestro círculo (cada uno busca la forma más óptima de hacerlo, y de definir ese círculo). Pero de lo que mucha gente no es consciente es que el entorno de los demás no es el mismo que el nuestro, y si algo nos parece tan gracioso como para mandarlo a los demás, posiblemente le ocurra a más de uno. Y aunque debería, la gente no suele ser lo suficientemente educada como para preguntar si le importa al padre del pequeño reenviar el vídeo a todos sus contactos (para perder el rastro del mismo definitivamente, dicho sea de paso). Quiero pensar que aún no existe persona que sea preguntada por la posibilidad de mandar el vídeo a todos los amigos y que acceda. Por lo que difundir alegremente un vídeo de tu hijo, no sé, no lo veo… Llamadme raro.

¿Qué ocurre con la privacidad de ese menor? ¿En qué momento decidió que quería estar en los dispositivos de medio país haciendo reír a quien le viera? Lo peor no es eso, sino el uso indebido que se le pueden dar a esas imágenes. Todo eso sin que el chiquitín haya solicitado nada, y sin que sus padres lo hayan pensado. Alguno de los que está leyendo esto puede pensar que soy algo… ¿exagerado? Tal vez. Aunque habría que preguntarle a los pederastas y a los secuestradores de niños. O, sin ser tan tremendistas —como si lo anterior no fuera lamentablemente algo común—, a los mismos niños cuando descubran que han tenido, en ocasiones, una vida al alcance de todos. Sin consultarles si ellos querían. Porque, seamos sinceros. ¿A quién de nosotros le gustaría que sus padres compartieran vídeos y fotos de cuando eran pequeños —o incluso de hoy en día— con sus amigos, familiares y conocidos —que a su vez los pueden compartir con quien sea—? Que alguien se atreva a levantar la mano. Y si cada uno decide con quién lo comparte, ¿por qué a los niños no ser le permite elegir? ¿De qué sirve que a los jóvenes o adolescentes se les conciencie de los peligros de estas acciones si los mismos padres las pasan por alto? ¿Cómo puedes pretender que tu hijo no haga lo que haces tú?

Eso es de maricas

Llevo muchos días leyendo entradas sobre el día de la mujer. Que si machismo, que si feminismo, que si el mes de la mujer, que si igualdad… Para nada. Sí, es muy útil para cubrir la publicación de un día o incluso de una semana, pero no sirve para mucho más. ¿La intención es informar? En ese caso, cualquiera que no esté el tanto de las noticias sí que podrá saber que aún las mujeres cobran menos que los hombres por hacer lo mismo. O que hay menos puestos de responsabilidad ostentados por mujeres. O que es más fácil que no contraten a nadie a que contraten una embarazada. ¿Para concienciar concienciar? Sinceramente, no lo creo. La mayoría de los que pertenecen a mi generación (si no antes), compartimos las tareas en la casa y con los niños con nuestras parejas (y hablo por lo que leo en la blogs además de lo que veo en mi círculo personal). Ya estamos concienciados, vaya. ¿Para reivindicar la actual desigualdad? Quizá sea eso. Pero, ¿qué se consigue haciéndolo por aquí? Poco, muy poco. ¿Cuál es el camino a seguir? Desde mi humilde opinión, lo que hay que hacer es dejarse de celebrar un día que no tendría que existir, y aplicar en casa una educación en condiciones para que no pasen cosas como la que vi hace unos días.

MaricaUna niña y un niño estaban viendo disfraces en una tienda. Podrían no tener más de cinco años. Esta edad se caracteriza por que los niños empiezan a soltarse, a perder la vergüenza, a pensar y razonar pero con ese alto grado de inocencia que baña sus palabras. Las niñas suelen ir un paso por delante y ser más espabiladas y ocurrentes, piensan seguramente más y mejor. No se conocían de nada, pero eso a esta edad no importa para entablar una conversación de cualquier cosa y poder hacer una amistad, aunque sea efímera. El niño, tras ver varios disfraces, le dijo a la niña: «Me quiero comprar este, porque Frozen me gusta». La niña le miró y le contestó: «Pues que sepas que eso es de maricas». Creo que el niño se quedó tan estupefacto como yo y la miraba perplejo sin decir nada —¿seré tan pardillo e inocente como un crío de seis años?—. La niña, que supongo que a esa edad aún no esa capaz de descifrar bien una expresión facial, debió pensar que el niño no le había escuchado, así que se lo repitió «Pues sí, porque si te gusta Frozen eso es de maricas». Yo decidí retirarme a pensar. A pensar en la escena.

Años de lucha por una igualdad de sexos. Miles de reivindicaciones el día 8 de marzo. El día de la mujer, igualdad, machismo… Esas palabras debieron ser tendencia mundial en Twitter. ¿Y para qué? Para que en la última generación pensante que existe en la actualidad, que es la de los niños de 5 y 6 años, una niña (con a) suelte esa barbaridad. Dicho de otra forma, para nada. Y lo que más gracia me hace es que apuesto todo el dinero que llevo ahora mismo en la cartera —que para los que salivan diré que se trata de una moneda marroquí, yo pago con tarjeta— a que su madre (y quizá su padre), compartieron mensajes, emblemas, fotos, dibujos o escritos defendiendo el derecho a la mujer a ser igual que el hombre.

Lo dije el ocho de marzo y lo repito hoy. Soy antidías. Sobre todo de esos que tendrían que ser todo el año y no uno en concreto (como este o San Valentín). La igualdad no se consigue compartiendo mensajes en redes sociales. La igualdad se empieza a conseguir en casa, enseñando a los que vienen detrás que si a un niño le gustan las princesas o las muñecas no es un marica, y que si a una niña le gustan los coches o el fútbol no es una marimacho. Y a comprender que el rosa también favorece a los hombres y el azul a las mujeres.