Olerte el culete

Hay personas que cuando conducen tienen curiosidad por cosas extrañas. Una que se da con mucha frecuencia es querer averiguar dónde se ha comprado el coche el conductor que tienen justo delante. Esto es algo que aparece con el tamaño de la letra pequeña de los contratos y anuncios varios en la matrícula trasera del coche al que están viendo, y en mi opinión no es que sea algo demasiado relevante para uno a menos que le guste muchísimo ese vehículo y quiera saber de dónde procede.

Aun así, creo que esa es la única explicación que le encuentro a la situación que se produce cuando voy tranquilamente conduciendo a la velocidad máxima permitida por la vía y al mirar por el espejo interno del coche veo a un señor tan cerca que en ocasiones pienso que va sentado en el asiento de atrás. Prácticamente siempre me quedo dándole vueltas a lo que ocurriría si tuviera que dar un frenazo por el motivo que fuese. Lo lógico sería pensar que si tiene los mismos reflejos que Casillas en sus mejores tiempos no pasa nada, frenaría a la par y ya está. Pero si va distraído anotando el concesionario donde adquirí mi bólido, lo más fácil es que no pare a tiempo y me reduzca el coche lo suficiente como para que pueda aparcarlo en huecos pequeños.

¿Por qué tanta gente tiene esa manía de ir pegado al de delante? ¿Tanta prisa llevan? ¿Se creen con más derecho a usar el carril que yo? ¿Pretenden meterme presión y que me aparte para dejarles pasar? Porque pueden lograr que en vez de quitarme dé un volantazo y tengamos los dos un accidente… Además, si ya voy a la velocidad máxima permitida, ¿por qué necesitan pasar? ¿Por qué se la juegan infringiendo las normas de circulación? ¿Desean recibir una multa porque es una experiencia que les falta por vivir?

A menudo sueño con que todos estos infelices dejan tranquilos a los demás y ponen en riesgo única y exclusivamente sus propias vidas.


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