Padres ausentes

Este fin de semana hemos ido de compras. En una de las tiendas, un niño pequeño se puso a tirarle de la camiseta al mío, hasta el punto de que iba a tirarle al suelo. El mío le miraba con cara de «¡Pero suéltame ya!«, y sin embargo no le decía nada. Yo veía desde la distancia (corta) la situación, y la madre del otro niño, que también les miraba desde más cerca, no sólo no decía nada, sino que observaba como absorta, como si estuviera pensando en lo bonita que iba a quedar la camiseta de mi hijo rasgada. Lo mismo estaba callada por si el árbitro no pitaba nada. O quizá estaba esperando a que el mío se revolviera y se liaran a palos, como en los institutos de las películas americanas en las que todos los de alrededor gritan «¡Pelea, pelea, pelea!«.

El caso es que no le hizo nada al otro niño, no sé si porque le hemos inculcado que no hay que pegar, o porque le hemos dicho muchas veces que debe tener cuidado con los que son más pequeños que él, o por las dos cosas. Permaneció quieto, esperando a que el otro se cansara, pero con mayor cara de agobio según pasaba el tiempo y el enano no le soltaba. Cansado de la situación, le dije a mi hijo: «Cariño, dile que te suelte, que no te haga eso, dile que no está bien«. Mi hijo me miró, pero continuó sin hacer nada.

La madre del niño también debió de escucharme porque estaba al lado, pero ni pestañeó, igual porque su cerebro se había cortocircuitado dando las órdenes para inspirar y espirar. Se lo volví a repetir y el pequeño me miró. Imagino que al ver que estaba mirándole con cara bastante seria, soltó a mi hijo. Entretanto, la madre seguía con la mirada puesta en ellos y sin decir nada. Como si estuviera ensayando para rodar como zombi un capítulo de The Walking Dead (dicho sea de paso, la verdad es que le iba bien el papel porque no necesitaba ni maquillaje ni nada).

Como interrumpí lo que quiera que el niño quería haber hecho con el mío, el mozo buscó otro objetivo. A los pies de la madre había un carrito de bebé, que yo creía que era el suyo. Lo cogió, lo zarandeó y lo acabó volcando. Al tirarlo, apareció un niño más pequeño debajo de él (no sé si sepultado por las cosas que tenía el carrito o de dentro del mismo). El niño se llevó de regalo un buen coscorrón y un golpe del carro que le cayó encima. Todo lo que hizo la madre al ver esa secuencia fue decirle con voz apavada: «Jose…»

Yo, boquiabierto, me quedé pensando que casi le había abierto la cabeza a un niño, y que todo lo que se le había ocurrido decir era su nombre… ¿Y los padres de la víctima? Bueno, resultó que esa señora era también su madre, así que la acción me dolió menos, las cosas como son. Siendo familia, que se zurrasen cuanto quisieran.

Lo que no deja de llamarme la atención es la actitud de los padres. ¿Por qué no le llamaron ni la atención en ninguna de las dos acciones? ¿Qué se supone que debe hacerle ese niño a otro para que le riñan, sangre? No digo que haya que regañarle cada vez que se acerque a otro niño, pero un poco de control con los que son agresivos (o comienzan a serlo) a los 2 años tampoco viene mal. Se pasa de ellos, se les va dejando, y acaban con 25 años siendo unos ninis cuyo único oficio conocido es robarle el bocadillo al pobre alumno que estudia…

Sinceramente, pienso que hay familias a las que no deberían permitirles tener hijos. Porque pasar de ellos y tenerlos como muebles sabemos hacerlo todos. Lo difícil es intentar educarles.


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2 comentarios en “Padres ausentes

  1. En esa situación se me ocurren dos cosas.
    Primera, a los padres les criaron igual y Segunda, quizá les dieron una formación tan estricta, que ahora hacen exactamente lo contrario.
    Tuviste mucha paciencia, en situaciones parecidas, yo apartaba al niño peleón diciéndole que se fuera con su mamá, y me quedaba con las ganas de dar un coscorrón a la indiferente mamá.
    Algún día no te quedará más remedio que explicar a tu hijo, que se tiene que defender. Ojalá no fuera necesario, pero desgraciadamente lo es.
    No se puede consentir que la buena educación se confunda con cobardía, y que no buscar pelea, dé pie a otros a avasallar.

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  2. Le explico que tiene que defenderse. Pero luego cuando suelta la mano por lo que sea le riño. Y yo creo que lo que hago es liarle más al pobre… Todo se solucionaría si los padres que tienen hijos supieran prestarles un mínimo de atención… Pero en la mayoría de ocasiones su smartphone es más importante.

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