Las rotondas

Ser conductor es algo que todos quieren cuando llegan a la mayoría de edad por muchos motivos, incluso hasta porque es algo que nunca saben si van a necesitar. Serlo y además ejercer es toda una aventura. Y si uno vive en un lugar con rotondas, es una aventura de las peligrosas. Esto es así por diversos motivos. Uno de ellos es la soberbia de la mayoría de los conductores que piensan que la carretera es de ellos y que los demás son simples sumisos que deben dejarles hacer lo que les venga en gana. Otro, que muchos conductores son tan ignorantes como prepotentes y que además de no saberse el Reglamento General de Circulación, se creen que llevan la razón siempre. Supongo que lo necesitan porque en casa no les dejan llevarla nunca.

Según el Artículo 29, el Artículo 33, el Artículo 57.1.c y el Artículo 75.1.b del mismo, se llega a la conclusión de que de forma general uno circulará por el carril derecho dentro de las rotondas, y que podrá hacerlo o no (lo cual no implica obligatoriedad) si hay varios carriles. También se concluye que, además, quien está dentro de la rotonda tiene preferencia sobre los que quieren acceder y que no ha de apartarse necesariamente del carril (derecho) para que entren otros. Además, si alguien está en algún carril interno tiene que cambiarse al derecho con suficiente tiempo para salir, lo que significa que bajo ningún concepto uno puede cruzarse por delante del que circula por la derecha dando un acelerón y girando a la desesperada para coger la salida que está a punto de saltarse.

Esto, teóricamente, se estudia cuando uno se saca el carné de conducir. El problema es que muchos lo olvidan con la misma facilidad que lo aprenden, y a los pocos años de sacarse el carné casi nadie lo recuerda. Es por esto que me encuentro con situaciones como las que me ocurrieron la semana pasada.

En una, yendo por el carril izquierdo con el intermitente indicando mi cambio de carril, una moto decidió que podía entrar en la rotonda sin dejarme cambiar y saltándose el ceda el paso. ¿Para qué iba ella a esperar si yo no iba por la derecha y podía entrar de sobra? Conclusión, tuve que dar toda la vuelta para poder salir por la salida que me taponó el simpático motorista.

En otra, decidiendo ir por la derecha para que no me volviese a ocurrir lo mismo (con el intermitente izquierdo puesto para que todos supieran que iba a seguir girando), un coche que iba por el carril interior y que tenía previsto salir antes que yo decidió que lo mejor era apretar a fondo el acelerador y dar un brusco viraje por delante de mí para poder coger la salida, quizá por miedo a que desapareciera. Conclusión, pegué un frenazo para detenerme en el acto y si llego a tener a alguien detrás me encoge el coche unos veinte centímetros. Y encima el zote me hacía aspavientos con los brazos, como si me estuviera regañando. Quizá quería chocarse conmigo y le molestó que lograse evitarlo.

¿Por qué soy el único que da una vuelta más a la rotonda si no puedo salir cuando quiero? ¿Es que nadie más le tiene aprecio a su vida y a la del resto de conductores? ¿Por qué las personas se asustan tanto de la cantidad de accidentes que hay si hay tantos coches que parecen dirigidos por monos? ¿Por qué a la gente le importa tan poco la vida de los demás (un coche en movimiento fácilmente se convierte en una máquina de matar) con tal de ser ellos los primeros? ¿Por qué no hay reválidas cada cierto tiempo y se le quita el carné de conducir a los que son unos ineptos y unos auténticos peligros?


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7 comentarios en “Las rotondas

  1. La rotonda. Para mí eso no va solo. Es «la rontonda de mis pecaos». Las odio. Pueden ser funcionales y estar descritas en el código de la circulación. (en el que yo estudié no, pero entonces se arrancaban los coches con manivela), pero me resultan horrorosas y peligrosas.
    Sé que el peligro no está en ellas en sí mismas, si no en los cafres que las utilizan. Me dan miedo real. Ya me sacudieron una vez en una. Un poco como explicas tu, aquel sí que atinó. Y siempre están rodeadas de cristalitos.
    No hay explicación. No puedo creer que tengan tanta prisa. Quizá se sientan más listos. No sé, no sé. Sólo que las odio. Y también por eso, me gustan los coches grandes.
    A veces, me dan ganas, como Pandiani, de comprarme un camión y hacerle mi «utilitario».

    Hilaria

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  2. En Argentina muchos se quejaron cuando aumentó la multa por cruzar con el semáforo en rojo. Imagínate cuánto respetan el resto de las reglas viales.
    Coincido con Oscar Bustamante, la inteligencia de un niño de 3 años (escuché que un chimpancé alcanza el mismo grado de inteligencia).
    No olvides a los peatones. Explicarles: «Los autos son objetos grandotes y pesados que pueden lastimarte, presta atención al cruzar la calle».
    Los motociclistas son unos desquiciados. Un taxista me contó que todos los días ve accidentes provocados por ellos.

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