Mentirosos compulsivos

Hay personas que asientan en la mentira una base para intentar conseguir lo que quieren. El problema es que al no ser comerciales, abogados, ni políticos, que son los verdaderos profesionales en ello, se les coge enseguida.

La semana pasada llegó a mi oficina una familia con la intención de realizar el llamado ‘trámite de huellas‘, el último paso para conseguir su tarjeta de residencia:

– Buenos días, ¿qué desean?
– Hola, venimos a poner las huellas.
– Muy bien. ¿Les ha llegado la resolución a casa?
– No, nos ha llegado.
– Pues tenemos que esperar a que les llegue, porque además de venir ahí escritas las cosas que tienen que aportar en el momento de poner las huellas, uno de los papeles que hay que aportar es esa misma resolución.
– Pero es que no la tengo.
– Claro, si no le ha llegado no la puede tener.
– No, es que no la han enviado.
– A lo mejor sí se la han enviado y hay que esperar un poco para recibirla. Con el correo nunca se sabe.
– A ver, no es que no la hayan mandado, es que no la hemos recibido.
– (Perplejo por tanto cambio de versión tan solo acierto responder desconcertante) ¿Qué?
– Es que nos abrieron el buzón, nos lo reventaron y se llevaron el correo.
– Eso que me cuenta es un delito e imagino que lo habrá denunciado. ¿Tiene la denuncia? (Tras unos segundos de silencio, hablé de nuevo) ¿Sabe? Podría creerme algo de lo que me dice si no fuera porque me ha dado más versiones de lo ocurrido que un libro de ‘Elige tu propia aventura‘.
– Es que en la oficina donde pedimos la tarjeta nos dijeron que no hacía falta la hoja esa.
– ¿Y eso se lo han dicho en el rato que llevan aquí conmigo o en otro momento? Mire, como no estoy seguro de que me esté diciendo la verdad, vamos a esperar pacientemente unos días antes de ir a la oficina donde solicitaron la tarjeta a por un duplicado de la resolución.

Es definitivo: tengo cara de bobo. Solo así consigo darle explicación a que determinadas personas lleguen a mi puesto y tras solicitarles algo que no tienen empiecen a hilvanar embuste tras embuste con el convencimiento de que con alguno colaré. ¿De verdad no me ven capacitado para darme cuenta de que a la segunda mentira ni voy a creer ni van a conseguir nada?


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El vicio de mentir

Todo el mundo miente. Además, es algo que hacemos desde que somos muy pequeños, en cuanto adquirimos un poco de conocimiento. Se puede mentir por muchos motivos: por miedo a que la verdad nos haga daño, por miedo a que la verdad haga daño a otros, por no quedar en ridículo ante los demás… Sin embargo, la causa más común por la que los ciudadanos me mienten a mí es por si acaso con la verdad no pueden llevar a cabo el trámite que desean.

Las iré desgranando poco a poco, porque son tantas y tan variadas que me proporcionan ideas para seguir escribiendo entradas durante meses. Las hay de todos los colores: trabajadas, sin sentido, repletas de contradicciones, básicas, tan complejas que requieren de una tesis previa… Pero todas tienen un mismo fin: intentar colársela al funcionario que le atiende (en este caso, a mí). Total, como es funcionario, es tonto (por definición) y no se va a enterar…

La verdad es que de momento no me la dan tan fácilmente, pero existe el problema de que hay cosas que no puedo demostrar y en las que tengo que ceder. No se trata de hacer una labor de investigación, mi trabajo no consiste en eso. Se trata de hacer las cosas bien. Y se da la circunstancia que a menudo tengo que hacerles preguntas a los ciudadanos, por lo que si empiezan con una respuesta falsa, al final (sin querer) les acabo descubriendo. Y no me gusta que me tomen el pelo, aunque mi cara de ignorante se preste a ello. Por favor, ciudadanos del mundo, no me mientan. No me gusta.


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