Eso es de maricas

Llevo muchos días leyendo entradas sobre el día de la mujer. Que si machismo, que si feminismo, que si el mes de la mujer, que si igualdad… Para nada. Sí, es muy útil para cubrir la publicación de un día o incluso de una semana, pero no sirve para mucho más. ¿La intención es informar? En ese caso, cualquiera que no esté el tanto de las noticias sí que podrá saber que aún las mujeres cobran menos que los hombres por hacer lo mismo. O que hay menos puestos de responsabilidad ostentados por mujeres. O que es más fácil que no contraten a nadie a que contraten una embarazada. ¿Para concienciar concienciar? Sinceramente, no lo creo. La mayoría de los que pertenecen a mi generación (si no antes), compartimos las tareas en la casa y con los niños con nuestras parejas (y hablo por lo que leo en la blogs además de lo que veo en mi círculo personal). Ya estamos concienciados, vaya. ¿Para reivindicar la actual desigualdad? Quizá sea eso. Pero, ¿qué se consigue haciéndolo por aquí? Poco, muy poco. ¿Cuál es el camino a seguir? Desde mi humilde opinión, lo que hay que hacer es dejarse de celebrar un día que no tendría que existir, y aplicar en casa una educación en condiciones para que no pasen cosas como la que vi hace unos días.

MaricaUna niña y un niño estaban viendo disfraces en una tienda. Podrían no tener más de cinco años. Esta edad se caracteriza por que los niños empiezan a soltarse, a perder la vergüenza, a pensar y razonar pero con ese alto grado de inocencia que baña sus palabras. Las niñas suelen ir un paso por delante y ser más espabiladas y ocurrentes, piensan seguramente más y mejor. No se conocían de nada, pero eso a esta edad no importa para entablar una conversación de cualquier cosa y poder hacer una amistad, aunque sea efímera. El niño, tras ver varios disfraces, le dijo a la niña: «Me quiero comprar este, porque Frozen me gusta». La niña le miró y le contestó: «Pues que sepas que eso es de maricas». Creo que el niño se quedó tan estupefacto como yo y la miraba perplejo sin decir nada —¿seré tan pardillo e inocente como un crío de seis años?—. La niña, que supongo que a esa edad aún no esa capaz de descifrar bien una expresión facial, debió pensar que el niño no le había escuchado, así que se lo repitió «Pues sí, porque si te gusta Frozen eso es de maricas». Yo decidí retirarme a pensar. A pensar en la escena.

Años de lucha por una igualdad de sexos. Miles de reivindicaciones el día 8 de marzo. El día de la mujer, igualdad, machismo… Esas palabras debieron ser tendencia mundial en Twitter. ¿Y para qué? Para que en la última generación pensante que existe en la actualidad, que es la de los niños de 5 y 6 años, una niña (con a) suelte esa barbaridad. Dicho de otra forma, para nada. Y lo que más gracia me hace es que apuesto todo el dinero que llevo ahora mismo en la cartera —que para los que salivan diré que se trata de una moneda marroquí, yo pago con tarjeta— a que su madre (y quizá su padre), compartieron mensajes, emblemas, fotos, dibujos o escritos defendiendo el derecho a la mujer a ser igual que el hombre.

Lo dije el ocho de marzo y lo repito hoy. Soy antidías. Sobre todo de esos que tendrían que ser todo el año y no uno en concreto (como este o San Valentín). La igualdad no se consigue compartiendo mensajes en redes sociales. La igualdad se empieza a conseguir en casa, enseñando a los que vienen detrás que si a un niño le gustan las princesas o las muñecas no es un marica, y que si a una niña le gustan los coches o el fútbol no es una marimacho. Y a comprender que el rosa también favorece a los hombres y el azul a las mujeres.

La dificultad de educar en vacaciones

Educación en vacaciones

Da lo mismo dónde me encuentre, y poco importa lo que esté haciendo. Tengo la sensación de ser prácticamente el único que controla a sus hijos, o que intenta educarlos con algo de seriedad. Este verano, en la piscina infantil del hotel donde he estado de vacaciones seguí de cerca una historia que no me hizo saltar por centímetros.

ChurroHabía un niño en ella, aparte de los dos míos, que jugaba con un churro, de esos con los que los niños aprenden a nadar. Todo discurría con normalidad hasta que se dio cuenta de que era mucho más divertido dar porrazos con él en el agua. Con una piscina vacía no habría habido inconveniente, pero estaba llena de críos y mi pequeña de año y medio andaba cerca de él. Y la pobre veía más en eso un juego que un peligro.

DiazepanY los segundos pasaban como si fueran minutos entre las continuas amenazas con propinarle un churrazo a mi hija y los intentos fallidos contra mi hijo, que por otro lado intentaba en vano que el salvaje fuera dócil para poder jugar con él. Y entretanto una voz de una mujer que parecía bajo los efectos de un kilo de diazepan, de cuando en cuando le decía con tono poco alegre (que no serio) «Hugo… Dame el churro«. Y a Hugo, al que solo le faltaba sacarle un cubata del todo incluido para lograr que la señora durmiera tranquila, por un oído le entraba y por otro le salía. Suponiendo, claro está, que le hubiera llegado a entrar.

Yo miraba con más mala leche cada vez porque el niño no hacía ni caso y la sangre horchata de la madre estaba todo el rato con el brazo estirado y quieta sin hacer nada, durante más de cinco minutos. He visto a indigentes pedir con más estilo y alegría. Hasta me dieron ganas de darle un euro a la mujer con esa postura y aprovechar para decirle «Ande y cómprele al niño un poco de educación«. Por momentos hasta quise que le diera para reñir yo al muchacho, pero parece ser que se cansó de fallar en sus intentos y dejó de jugar a eso. Yo por si las moscas no le quité ojo de encima hasta que nos fuimos.

Supongo que si le hubiera dado un golpe no le habría hecho demasiado daño, porque no es muy duro. Pero, ¿era necesario que pasara? ¿Tenía que quedarme impasible por la pasividad de los otros padres? ¿Como ya les riñen mucho durante el año (me río yo de eso) en verano no les apetece enfadarse y les dan vía libre? Porque para mí la educación ni descansa ni tiene vacaciones

¿Te has encontrado en alguna situación similar? ¿Lo padres han sabido contener o controlar al otro niño o han sido pasotas? ¿Crees que en vacaciones hay que darle a los niños todo el cuartelillo que se les niega el resto del año?

Paciencia infinita

Soy consciente de que la paciencia para con los míos no es una de mis mayores virtudes. Pero creo que lo que presencié ayer no es ni mucho menos lo deseable en unos padres. Quizá porque pienso que el límite entre paciencia y autoridad quedó demasiado diluido.

Ayer estuve en un centro comercial que tiene una zona para dejar a los niños jugando mientras los padres se dedican, por ejemplo, a hacer la compra con celeridad y tino. Dejamos al niño allí y cuando acabamos de hacer la compra fuimos a buscarle. Mientras esperábamos en la cola nuestro turno para recoger al niño, se produjo delante de nosotros una curiosa escena.

La protagonizó una niña de unos 4 años que quería entrar al recinto, hasta que le tocaba cruzar el umbral de la puerta. En ese momento decía que no y se ponía a lloriquear (no a llorar). La madre le decía varias veces que entrase y ella se negaba. Se apartaban para irse y la situación empeoraba. La niña, al ver que se marchaban, tiraba de la ropa de la madre llorando (esta vez sí) para entrar. Volvían y la historia se repetía de nuevo, haciendo además que la chica del parque no pudiera seguir atendiendo al estar mirando a la niña en espera de que se decidiese por entrar (o no).

Tras tres intentos fallidos la madre tuvo la bondad de ir dejando pasar a los que íbamos detrás mientras hablaba con su hija. Un par de personas después, lo volvió a intentar nuevamente. El resultado fue idéntico a las anteriores veces. En ese momento apareció el padre con semblante serio. Reconozco que me alegré y pensé: «al fin se va a poner orden«. Pero el padre no solo no ejerció de ‘poli malo’, sino que posiblemente era más blandito que la madre. Así, tras otros dos intentos fallidos más se fueron. Y yo pude dar gracias por la fortuna de haber conseguido recoger al mi hijo antes de la hora de cenar.

Mientras le ponía el abrigo al niño, aparecieron de nuevo. La chiquilla no se daba por vencida, y los padres no querían que la niña llorase. Pobrecita, no iba a pasar ese mal trago. ¿Qué iba a pensar quien la viera así, que sus padres no la querían? ¡Por supuesto que no iban a permitirlo! Ellos querían muchísimo a su hija, y lo iban a demostrar. Nosotros nos fuimos y allí se quedaron madre e hija, debatiendo si ésta entraba o no mientras el padre las miraba.

Yo me puse a pensar. No sabía si admirar a esos padres por su paciencia ilimitada o compadecerles por lo que le estaban haciendo a la niña. Estoy convencido de que ese comportamiento es perjudicial para ella. Si con 4 años maneja así a sus padres, ¿qué no hará con 14? Quizá soy demasiado impaciente, o duro, o estricto, pero eso lo hace el mío y la primera vez que nos vamos, lo hacemos de verdad. Y posiblemente habría llorado, pero habría aprendido que las rabietas no le llevan a conseguir lo que quiere. Quizá le habría ofrecido algo alternativo para que dejara de llorar, al fin y al cabo es un niño, pero al parque ya no habríamos vuelto.

Creo que si algo tiene que saber el pequeño es que no puede marearnos a su antojo, porque no creo que eso le beneficie en absoluto. Y mucho menos a nosotros.


Si te gusta lo que escribo y quieres comprar mi libro, puedes hacerte con una copia en PDF por solo 1 euro pinchando en estas letras, o con una en papel por 8 euros pinchando en estas otras letras.