Viaje del viernes #25

Viaje del viernes

Soy consciente de que pagar las tasas del DNI es un rollo. No ya por el hecho de pagarlas, como casi cualquier cosa en este mundo, sino por tener que abonar algo que te obligan a tener y que tú no solicitas. Sin entrar en lo mucho o poco que pueda solucionarnos la vida en multitud de ocasiones estar un poco organizados e identificados. Pero yo no tengo la culpa, básicamente porque yo no pongo los precios. Por eso, no lograba entender a la gente que se iba sin pagar.

Ayer me volvió a ocurrir. Uno confía en las buenas intenciones de los demás, en sus posibles despistes, en que quizá no han oído nada en las tres veces que se le ha solicitado… Si encima yo luego me distraigo hablando, que me pasa a menudo, ya tengo el lío montado.

Da lo mismo cuántas veces pida la tasa a la gente. Siempre hay alguien que es sordo, no entiende la palabra ‘euros‘, o es sinvergüenza sin más. Me resulta asombrosa la capacidad de abstracción de la gente. Cómo son capaces de escuchar que les pido el DNI, una foto reciente, y filtran la parte correspondiente al importe. Y eso que lo pido todo seguido y en cuanto se sientan. Del alto porcentaje de personas con problemas auditivos cuando se les solicita el dinero, muchos de ellos cuando les digo por segunda o tercera vez que me tienen que pagar, me responden asombrados: «Es verdad, que me lo has dicho antes«.

Bueno, después de cinco años aún me pregunto por qué si me han escuchado no me pagan al momento. Imagino que con lo que se pretenden ahorrar (unos 10 euros más o menos) haciéndose los locos y esperando que se me olvide se podrán montar un negocio o dar la entrada para un piso. Seguro que en la carnicería no lo hacen, con el señor que les atiende armado hasta los dientes con un hacha tan afilada que podría partir un pelo en dos. Eso debería tener yo colgado en la pared de mi espalda, un hacha bien afilada. Obviamente no podría usarla, pero al menos asustaría.

Lo que no saben es que a cada dos personas como mucho paso lista de las cuentas precisamente por mi despiste. Y cuando descubro quién se ha marchado sin pagar le llamo para que vuelva a abonarme la tasa. El trabajo es doble para los dos, yo porque tengo que molestarme en localizarle y ellos porque tienen que volver a la oficina. ¿No sería más fácil que lo hicieran bien desde el principio y nos ahorrábamos tiempo todos?

La corrupción del impago

Estamos en período electoral, y se nota. En esta época es cuando más se habla de política, imagino que en parte porque los medios de comunicación le dedican más tiempo. Hay algo que me llama extrañamente la atención, y es acerca de lo que escucho de unos y otros partidos políticos. Que si los rojos roban, que si los azules son corruptos, que si los morados también defraudan… Entre tanto escándalo de color, parece que los únicos que parecen salvarse son Los Verdes.

Los Verdes… ¿quién no los recuerda? En todas las elecciones tenían su montón de papeletas, siempre con una alineación perfecta de todas ellas. Yo cuando iba con mis padres a que votaran siempre pensaba: «¿Por qué no cogen el papelito de ese montón (el de los verdes), que es el más grande?«. ¡Siempre se iban a uno más pequeño!

Durante varios años pensé que ese partido político tenía que ser el mejor y el más votado con diferencia, porque siempre tenía más papeletas que ningún otro. Si tenía tantas era porque mucha más gente cogía y necesitaba tener más que el resto. Lo que no entendía era que si lo elegían más que a los demás, ¿por qué nunca ganaba? Hasta que comprendí que si tenía muchas era precisamente porque casi nadie las cogía. Lo que no sé es cómo una formación política ha podido durar tanto tiempo con tan poco apoyo ciudadano.

Volviendo a lo que nos atañe, a veces me quedo sorprendido con las conversaciones que presencio acerca de si unos u otros se llevan dinero que no les corresponde. ¿Acaso hay alguien que dude de que será siempre así? Muchas veces me lo he planteado, y llego a la misma conclusión: no roba quién quiere, sino quién puede. Doy por supuesto que todo el mundo quiere, pero que es algo que no queda al alcance de cualquier persona. En función de las posibilidades de cada uno, así es el destrozo ocasionado en el bolsillo ajeno. Me sorprende la cantidad de gente que se va sin pagar de los sitios y se queda como si fuera lo más normal del mundo, como si la cosa no fuera con ellos.

Cuando hacía carnés, no eran pocos los que se querían marchar sin abonar la tasa (algunos incluso lo conseguían), a pesar de que yo la solicitaba varias veces. Además, algunos encima me mentían si les descubría, aunque la mayor parte de estos ciudadanos simplemente se hacían los locos. En estas condiciones, ¿qué podemos esperar? Lógicamente los políticos, si tienen la posibilidad de llevarse más dinero por su posición, la cantidad cogida sin fecha de devolución será mayor. Si cualquier persona que tiene opciones de llevarse dinero lo hace. Obviamente, cuantos más medios hay, más se llevan.

Algo que hemos comentado tanto en la oficina del DNI como en la de mi actual trabajo es que en España hay mucha picaresca. Pero yo no lo tengo tan claro. ¿En qué punto deja de ser picaresca para ser corruptela o estafa? Ambas están separadas por una línea tan fina, que no sé qué acciones forman parte de una o de otra. Siendo sinceros, ¿quién no se ha ido alguna vez de un sitio sin pagar algo? ¿Quién no se ha ido alguna vez de un lugar con vueltas de más? Todos somos iguales, es la condición del ser humano español. Cada uno lo hace en la medida de sus posibilidades. Y quien esté libre de pecado, que haga el primer comentario al respecto.


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Tasas DNI y pasaporte 2015

Como cada año, la Administración realiza la subida correspondiente de tasas para la expedición del DNI y el pasaporte. Desde el 2009 viene siendo de un 1%, independientemente del resultado final. Imagino que porque hay una reputación que mantener, y porque el que da el visto bueno no tiene que cobrar. Lo que ya no sé es si se trata de absurdez, estupidez o un poco de cada. Ya el año pasado me pareció surrealista la tasa del pasaporte que había quedado, pero este año supera al anterior: desde el pasado día 2 de enero, las nuevas tasas son de 10’60 para el DNI y 26’02 para el pasaporte.

Si hace un año me parecía complicado sacar cuatro céntimos de cambio, este año lo más fácil es que haya que devolver siempre 3 u 8. ¿Hay que contar con una caja llena de monedas pequeñas en el puesto de trabajo? El año pasado al menos solo hacían falta de dos céntimos, pero este año harán falta de todos los importes (1, 2 y 5), por lo que pueda pasar. ¿Solo a mí se me ha ocurrido redondear a 26 euros y dejar de ganar 2 céntimos por pasaporte? ¿No hay que ayudar al ciudadano? ¿Tan grande es la pérdida que se produce en la Administración con este redondeo?


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Haciendo un ‘sin pa’

Ayer me volvió a ocurrir. Uno confía en las buenas intenciones de los demás, en sus posibles despistes, en que quizá no han oído nada en las tres veces que se le ha solicitado… Si encima yo luego me distraigo hablando, que me pasa a menudo, ya tengo el lío montado.

Da lo mismo cuántas veces pida la tasa a la gente. Siempre hay alguien que es sordo, no entiende la palabra ‘euros‘, o es sinvergüenza sin más. Me resulta asombrosa la capacidad de abstracción de la gente. Cómo son capaces de escuchar que les pido el DNI, una foto reciente, y filtran la parte correspondiente al importe. Y eso que lo pido todo seguido y en cuanto se sientan. Del alto porcentaje de personas con problemas auditivos cuando se les solicita el dinero, muchos de ellos cuando les digo por segunda o tercera vez que me tienen que pagar, me responden asombrados: «Es verdad, que me lo has dicho antes«.

Bueno, después de cinco años aún me pregunto por qué si me han escuchado no me pagan al momento. Imagino que con lo que se pretenden ahorrar (unos 10 euros más o menos) haciéndose los locos y esperando que se me olvide se podrán montar un negocio o dar la entrada para un piso. Seguro que en la carnicería no lo hacen, con el señor que les atiende armado hasta los dientes con un hacha tan afilada que podría partir un pelo en dos. Eso debería tener yo colgado en la pared de mi espalda, un hacha bien afilada. Obviamente no podría usarla, pero al menos asustaría.

Lo que no saben es que a cada dos personas como mucho paso lista de las cuentas precisamente por mi despiste. Y cuando descubro quién se ha marchado sin pagar le llamo para que vuelva a abonarme la tasa. El trabajo es doble para los dos, yo porque tengo que molestarme en localizarle y ellos porque tienen que volver a la oficina. ¿No sería más fácil que lo hicieran bien desde el principio y nos ahorrábamos tiempo todos?


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Nuevas tasas

Después de unas merecidas vacaciones de Navidad, el día dos de enero hay que volver al trabajo. Sí, reconozco que no sólo vuelvo a mi puesto en la oficina, también vuelvo a trabajar. A partir de este día cualquier ciudadano que quiera obtener su DNI o su pasaporte tiene que abonar la nueva tasa. La subida, del 1%, da como resultado que para el primer caso el pago es de 10’50 euros. Pero si lo que quiere es obtenerse un pasaporte, hay que pagar 25’76 euros.

Sí, señoras y señores, 76 céntimos de pico. ¿Sólo yo veo que esto es contraproducente para todo el mundo? Obviamente, quien impone las tasas no cobra ni un documento. Si lo hiciera, habría buscado otra solución, al ponerse en situación su primer día de trabajo del año, aunque ello hubiera supuesto que el DNI se incrementara en un porcentaje y el pasaporte en otro.

Llegan las 9 de la mañana del día 2 (o del día 8, que no todo el mundo ha disfrutado de sus vacaciones) de enero y atiende a la primera persona que quiere hacerse un pasaporte. Le solicita el dinero y el pobre ciudadano empieza a rebuscar en el monedero moneditas de cobre sin éxito. Es que sólo tengo 50 euros. Y con el primero ya hay que buscar 24,24 euros de cambio. 4 monedas de 1 céntimo para el primer pasaporte. Si la oficina es pequeña lo mismo no importa en exceso porque pueden hacerse pocos pasaportes al día, pero si es grande, como no haya una buena caja de cambio se puede armar una zapatiesta de cuidado.

Qué se le va a decir al ciudadano, ¿que salga al bar a cambiar? ¿Que busque un banco para conseguir monedas de céntimo? ¿Cobrarle 26 euros al redondeo? Me pongo en la piel de quien viaja fuera el próximo año y pienso «por favor, por favor, ojalá sea el primero de la lista no sea que haya problemas con el cambio y tenga algún lío«.

Aunque esto es como todo. Hay que dejar que transcurra el tiempo porque posiblemente la gente vaya preparada y se ponga a buscar céntimos bajo la barra de los bares desde que consiga la cita hasta que haga uso de ella y luego lo que parece un problema es un desahogo para las personas. Porque, francamente, a todos nos viene bien deshacernos de esas monedas de 1 y 2 céntimos que deambulan por la cartera.


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