Vidas de primera, vidas de segunda

A estas alturas de semana todos sabemos lo que ocurrió en París el viernes pasado. Mucho se ha escrito acerca de eso. No voy a aportar nada nuevo al respecto. Pero a raíz de lo que vi me quedaron varias incógnitas que a día de hoy no he conseguido disipar. ¿Qué diferencia hay entre esas muertes y cualquier otra? Quiero decir, ¿cuánto más valían esas personas que otras? Efectivamente, valían lo mismo que cualquier otra. Bajo mi punto de vista, humilde y posiblemente erróneo, todas las vidas valen igual. Una persona (inocente) lo es aquí, y en cualquier otra parte del mundo. Entonces, ¿por qué no surgen movimientos en la televisión, en las redes sociales y en los medios de comunicación a favor de todas las demás personas que pierden la vida en similares circunstancias?

En todo el mundo hay cientos, miles de inocentes que fallecen de hambre, asesinados, en actos territoristas, en guerras… ¿Qué los diferencia, el lugar del acto, el color de piel, la raza? ¿Eso les convierte en personas de segunda? Creo que el dinero y el poder son los que hacen que una persona sea de primera o de segunda. Por eso no todas las que pierden la vida en circunstancias similares tienen la misma repercusión mediática. Y no pensamos ni hablamos tanto de ellas, ni las redes sociales proponen gestos de solidaridad con ellas. ¿Por qué? ¿Es que no lo merecen? ¿Por ser algo tan cotidiano y asimilado ya no es necesario que se tengan igual de en cuenta?

Pero eso no es todo, dentro de las vidas de primera también hay clases… Cuando en el estadio de fútbol sonaron las explosiones, se produjo una imagen llamativa. El presidente de Francia salió de allí enseguida. El resto de personas permanecieron más tiempo hasta que desalojaron el campo. ¿Por qué se fue él primero? ¿Por qué se le puso a salvo antes que a otro, un niño por ejemplo? ¿Y si llega a pasar algo y ese niño estaba capacitado para encontrar una cura contra el cáncer? ¿Acaso la otros miles de personas que allí había valen menos? ¿Qué tiene él que no tenga el resto? ¿Mejor familia, más potencial? Ah, no. Más dinero.

Lamentablemente esto no parece que vaya a mejorar. Al menos, mientras no se cambie la perspectiva de que todas las vidas valen lo mismo, da igual de quién sean. Y eso, hoy por hoy, se me antoja poco viable. Y más cuando da la sensación de que nos vamos acercando, a paso lento pero seguro, hacia la tercera guerra mundial.