Quiero un blog con Estrellas Michelín

Lo hablábamos el otro día en mi oficina, mientras tomábamos el desayuno. ¿Por qué estamos trabajando aquí, siendo de los no-ricos y no tenemos una ideaca? Una idea de esas que te sacan pobre y que te hacen famoso para el resto de tus días, me refiero. Pero no famoso en plan Belén Esteban, que la gente necesita conocer hasta qué desayuna para ser feliz -lo cual, dicho sea de paso, habla mucho de la poca vida que tiene esa gente-. Es más un famoso en plan «el tío que inventó la fregona«, que nadie sabe quién es ni cómo se llama, pero ahí estuvo -sí, ya no vive-, montado en el dólar. Y escribir libros de vez en cuando está bien, pero no te saca de pobre si no eres -de nuevo- Belén Esteban. Qué pena de país, ¿verdad?

Así que después de darle vueltas lo vimos claro: un restaurante de lujo. Pero no uno cualquiera, no. Uno que venga con estrella Michelín, que es lo que da glamour. Una Estrella Michelín te hace ser destacado, te da un nombre, te genera una gran repercusión social en las altas esferas. Seguro que alguno apadrinaba mis libros y me hacía un escritor de los grandes, justo lo que necesito para dejar de ser mileurista -vaya, ya volví a mis libros-. Quizá debería empezar por tener un blog de lujo, con Estrellitas de esas, porque ahora mismo lo único que tengo de lujo son los seguidores y las estrellitas de pegatina que pongo a mis hijos cuando se portan bien. Ahora sólo me falta tener un menú de acorde a los comensales que visitan mi local, porque reconozco que algunas veces se me escapa un plato soso, o alguno que no está bien aliñado, o incluso sin el toque de distinción que necesita. No sé si mi carta es muy abundante y debería ser más selecto en cantidad -que no tendría que redundar en una mayor calidad, dicho sea de paso-.

Volviendo al restaurante, concluimos que en esos lugares los menús valen un dineral. Y están llenos de proporcionalidades matemáticas. De hecho, el precio del menú es inversamente proporcional a lo que invierten en comida. Y a su vez el tamaño del plato es inversamente proporcional a la cantidad de comida que lleva encima. Pero, ¿qué es lo que hace realmente caro el plato? La cantidad no, desde luego, porque parecen maquetas de lo que realmente quieres pedir. Alguna vez he pensado que si por error fuera a parar a uno de esos lugares y pidiera un plato de comida y me trajeran un trozo ridículo, se me escaparía sin evitar un «Muchas gracias, me gusta el prototipo, pueden hacer el plato». Quizá podría pensarse que encarece el precio el tamaño de la vajilla, pero tampoco puede quintuplicar el precio un poco más de cerámica. ¿El sabor único de cada cosa que se elige? No creo, tampoco hay combinaciones tan delicadas como para que un filete sepa a algo que no es un filete. El tiempo de preparación del plato intuyo que tampoco, porque cuando hacen un filete alimentan a 30 comensales, con lo que el tiempo que tardan es mínimo. Así que descartando llegué a la conclusión de que el precio lo encarecía pensar el nombre del plato.

Queso brieOrejaPuede parecer algo difícil de comprender, lo sé, pero visualicé un ejemplo que lo detallaba a la perfección. En el Bar Venancio, un plato de Oreja con queso brie en aceite de oliva se llaman exactamente así, Oreja y Queso brie en aceite de oliva. Y son dos platazos que apenas caben en la mesa, ojo, uno lleno de oreja y otro lleno de queso. Además te cobran por todo, con bebida, menos de 20 euros. Ya no te hace falta cenar más. En La guinda del gurmet, se trata de un plato de cerámica gigante, que tampoco cabe en la mesa por el tamaño, pero que cuenta en el medio únicamente con un pequeño trocito de oreja y otro pequeño de queso brie al lado, adornado con el aceite de oliva haciendo un zigzag. El nombre de la carta es algo distinto, porque tú ahí pides Parte lateral auditiva izquierda de cocho sobre lámina de queso norfrancés con sus bordes, bañado en pulpa de aceituna. Y el montante del mismo son 30 euros mínimo, sin beber nada. ¿Es o no el nombre el motivo del enriquecimiento? Lo que no entiendo es cómo el pobre Venancio aún tiene problemas para llegar a fin de mes. Bueno, sí que lo sé. Estoy meditando hacerme socio y descubrirle las posibilidades que le proporcionaría ganar ese mismo dinero por cada plato, pero haciendo que cada ración le dé para 30 personas. Quizá sea la solución a nuestra maltrecha economía.

Has estado alguna vez en algún restaurante con estrellas Michelín? ¿Te gustó la experiencia? ¿Te contó el secreto del valor de cada plato? ¿Sabe muy distinto a un bar de barrio?