Yo de mayor quiero ser actor de acción 

Lo tengo claro. Cuando crezca, quiero ser actor de acción. No uno en concreto, en realidad me vale cualquiera. No tengo preferencia por ser calvo, tener una perilla perfectamente definida o unos brazos como si me hubiera tirado andando con las manos desde los tres años. Esas no son las cualidades que me diferencian de un actor de acción. Bueno, sí me diferencian, pero no son las que más me gustan de ellos. Tampoco el dinero o la fama. No tengo, pero no necesito. Bueno, quizá un poco de cada no me vendría mal, aunque puedo seguir como estoy. En realidad lo de ser uno de ellos es porque son capaces de hacer cosas que yo no podría ni en varias vidas que tuviera, estoy convencido.

collage-heroesY es que si fuera un actor de acción, podría tener la capacidad de ir con cara de tener un orzuelo en cada ojo, mirar de forma amenazante a todo el mundo, y conseguir que la (o las) chica más guapa, sexy e inteligente del sitio donde estuviera se acercase a mí y cayese rendida a mi mal humor. Porque a las que se ligan esos señores no les falta de nada, algunas son incluso más listas que ellos. Se acabó el tener que hacerlas reír como cuando era joven, inventando e improvisando humor. Podría ir serio por la vida, enfadado con la gente, y además tener a la mujer más completa.

Además, ya no tendría que preocuparme por las caídas. Yo, que tropiezo con folios en los pasillos y que caerme desde un escalón me supone un esguince de varias semanas, podría lanzarme al vacío desde cualquier altura sabiendo que mi cuerpo se adaptaría a un coche, un camión, una luna, un todo o un montón de cajas sin sufrir ni una herida. Además, podría seguir caminando como si nada porque estaría exento de torceduras, esguinces y fracturas. Como mucho, un hombro dislocado. Y todo el mundo sabe que eso no duele.

Y no duele porque a un hombre de acción no le duelen las heridas. Yo, en cambio, soy un blando. Con un mordisco en la lengua veo las estrellas, y cuando me corto con un folio me escuece hasta con el sudor. Un actor de acción se lleva el recuerdo de un cuchillo bien afilado, puñetazos en la cara, en el pecho, en el abdomen, patadas en la espinilla, con lo que eso duele, y prácticamente nunca se queja. Algunos son unos quejicas y después de un balazo sueltan un «Ay, joder, me han dado», queriendo demostrar que no se quejan de vicio. Pero luego, si nadie les hace curas de las heridas (eso sí que hace daño, un algodón con betadine), son capaces de cualquier cosa.

También podría olvidar esos fatales episodios en los que por una limpieza perfecta mis dientes o mi frente acababan estampados en un cristal irrompible. Recuerdo que mis padres llenaron las puertas correderas de casa con pegatinas para que los chichones dejaran de adornar nuestra cara, y a menudo era insuficiente. Sin embargo un actor de acción, cuando está en apuros atraviesa el cristal que casualmente tiene al lado (siempre hay uno donde se encuentra en peligro). Y además no necesita ni coger carrerilla. Salta y atraviesa el cristal como si fuera del grosor de un pelo. Por supuesto, sin cortes ni cristales clavados. Mi madre no tendría que preocuparse más por clavarme un cristal de cualquier cosa rota (ventana, vaso, jarra…), ya que la piel de un actor de acción los repele.

Una de las cosas que mejor me vendría es la capacidad innata de evitar obstáculos. A menudo me doy cabezazos con muebles, picos de puertas abiertas, estanterías… Incluso alguna vez tropecé con un árbol. Pero los actores de acción son capaces de evitar a toda la gente en una carrera persecutoria (salvo la que empujan a propósito o ayudan a no caer), e incluso balas procedentes de francotiradores; con lo rápido que van las balas.

Además, nunca me cansaría. Y eso es un punto muy importante, porque yo acabo desfondado cuando voy corriendo de la cocina a mi cuarto. Pero ellos se marcan carreras de cinco minutos a toda velocidad y siempre llevan el mismo ritmo. Ni sudan, ni se despeinan, ni se cansan. Da lo mismo si es una manzana o media ciudad lo que recorren. Ni los maratonianos logran esa gesta. Yo creo que ahorrarían mucho dinero en gasolina si hicieran todos los recorridos corriendo.

Como colofón a todas estas ventajas, no sufriría durante varios minutos un molesto pitido en el interior de mi cabeza cada vez que explota un petardo cerca. Ellos tienen el tímpano a prueba de bombas. No conozco a ningún actor de acción que haya quedado sordo después de estar a escasos metros de inmensas explosiones. Lo mismo da que sea un coche, una gasolinera o una nave industrial. O tienen aislante en lugar orejas, o unos tapones auditivos la mar de eficientes.

Con esto creo que tengo argumentos suficientes para responder actor de acción la próxima vez que me pregunten «Y tú, ¿qué quieres ser de mayor?».