Llevo unos días desconectado, básicamente por falta de tiempo. No me da para todo lo que quiero y tengo que hacer y tengo que sacrificar algo. Y el rato que le dedico a la familia es invariable, así que lo tengo que eliminar del resto de cosas. He probado a dejar la casa manga por hombro, sin lavar, limpiar ni recoger, pero tampoco es la solución. He probado también no dormir, pero al tercer día voy arrastrado. Así que, lamentándolo mucho, he elegido el blog por mayoría simple en la primera ronda de votaciones. Pero ha sido suficiente. Sin embargo, espero poder seguir publicando con cierta asiduidad, aunque no sé si lo lograré. Sé que he estado un poco desaparecido. ¿Un poco? ¿O mucho? ¿Cuánto es un poco desaparecido? ¿Dos semanas es mucho? Tenemos una fea costumbre de intentar cuantificarlo todo. Y a veces, no es posible. Porque una televisión no está un poco encendida: o está encendida, o apagada.
Quizá sea corto de entendederas, o tal vez mi capacidad de abstracción sea una basura, pero algo que muchos ciudadanos me dicen con cierto asombro yo todavía no soy capaz de comprenderlo: «¿No me coges el DNI porque está deteriorado? ¡Pero si sólo está un poco roto!«. Un poco roto. Es exactamente esta parte la que no entiendo. ¿Cómo puede estar un DNI un poco roto? Yo siempre he pensado que, o está roto, o no lo está. No es algo que se pueda cuantificar.
El problema que tenemos las personas en general es que tratamos de medirlo todo y eso no siempre puede hacerse. ¿Cuántos son pocos besos para una madre? ¿Y muchos besos para el hijo que se los da? ¿Cuándo tenemos poca comida en el plato, rebosando de coliflor o de pizza? ¿Puede una mujer estar un poco embarazada? En definitiva, que hay cosas que no aceptan ser medidas. Así, cuando una persona viene a hacer un trámite con un DNI sin el chip, o con una esquina de la tarjeta rota y les digo que ese carné no vale, en ocasiones la reacción es violenta:
– ¿No me lo admites? ¿Por qué?
– Lo siento caballero, pero este DNI está deteriorado.
– ¡Qué dices! ¡Pero si sólo está un poco roto por la esquina!
– Está deteriorado, y en esas condiciones no se puede emplear. Necesita obtener uno nuevo primero.
– ¡Pero si en el banco me lo cogen!
– Eso es problema del banco. El DNI no es válido. Se lo digo yo, que soy quien los hace y me conozco la legislación vigente. Yo no puedo opinar de préstamos porque no entiendo, pero de carnés algo sí que sé.
– ¡O sea que no me lo quieres hacer! Aunque pueda pagar en todos los sitios…
– No es que no quiera, es que ni debo ni puedo. Usted no se cree mejor que nadie, ¿verdad?
– Claro que no, ¿a cuento de qué viene eso?
– Veo que el trozo que le falta a usted es lo suficientemente grande como para que, estando en medio del carné, no me permita ver las dos últimas cifras de su año de nacimiento. Si al siguiente que venga le ocurre eso y no distingo ese dato, ¿a él sí se lo tengo que cambiar?
– Hombre, es que ese caso es distinto, no tiene nada que ver con el mío…
– ¿No? El agujero es el mismo, el carné estaría «un poco roto» igual que el suyo, y lo mismo hasta opera en el banco también… Si se entera de que cojo como válidos carnés con trozos rotos tan grandes como el suyo, podría ponerme una queja por discriminación. Al fin y al cabo usted me está midiendo el tamaño de la rotura, no el lugar donde se ha producido…En ocasiones la gente razona y con esto lo comprende, le guste más o le guste menos. Pero alguna vez me en encuentro con los que por no dar la razón defienden lo indefendible. Y aunque ven que no están en lo cierto no lo reconocen públicamente. Afortunadamente, son los menos.