Entre todos (Parte 4)

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Parte 2
Parte 3

— ¡¿Teletransportación?, ¿pero qué dices?! —gritó María, incrédula, ante lo que Diego le contó que, debido a la distinta relación espacio-tiempo de la Tierra, en ese momento de miedo, algo similar a la adrenalina le había hecho correr a la velocidad de la luz a un lugar seguro.
— Fue tu instinto el que te guió al moverte más rápido que tus pensamientos; por eso pudiste llegar tan rápido a tu casa, nosotros nos dimos cuenta de lo que te había ocurrido gracias al localizador que te puse en el bolsillo antes de salir hacia el Museo —le contó Diego.
— ¿Por qué no me dijiste que me ponías un localizador?, ¿no confías en mí? —dijo María acercándose lentamente a Diego y dejando solo milímetros de separación entre sus bocas—, ¿dónde le habéis encontrado?
— Pues… mmmm… —balbuceó Diego separándose bruscamente, rompiendo la burbuja de tensión que se había formado alrededor de ellos—, te habíamos seguido y estábamos cerca del Museo, por lo que al teletransportarte acudimos y vimos al impostor en el suelo; nos lo llevamos a un lugar apartado y Frank utilizó sus «métodos» para decirnos qué había ocurrido con el Doctor. Decidimos entrar en los garitos de los alrededores a buscarle, y en el último que entramos, el olor a alcohol embargaba todo, el camarero estaba apoyado en la pegajosa barra y ni siquiera levantó la vista de la revista que tenía entre las manos. «Buscamos a un hombre…», le dije, y el camarero hizo un gesto hacia una mesa, añadiendo «hace horas que lo han dejado ahí y no se ha movido ni para ir al baño». Cogimos al Doctor García-Rojo entre los dos, poniendo sus brazos alrededor de nuestros cuellos y salimos rápido a la calle, llegamos a la fuente que hay en la plaza nueva y metimos su cabeza en ella para despejarle; cuando recobró el sentido, le explicamos dónde le habíamos encontrado y qué queríamos de él, está con nosotros María, estamos juntos…
— Bueno… ¿y cuál es nuestra misión ahora? —preguntó María después de asimilar durante unos segundos lo que acababa de escuchar y ante la mirada tranquilizadora de Diego.
— Nos enfrentamos a un virus ARN —comenzó el Doctor sonriendo— y necesita su retrotranscriptasa para crear ADN con el que introducirse en las células humanas y reproducirse; durante estas semanas he desarrollado un antídoto que destruye dicha enzima para evitar que se reproduzca y lograr así que se extinga. Vuestra misión es tan simple como ayudarme a prepararlo y extenderlo por la mayor cantidad de lugares posible para que los humanos lo respiren. He de advertiros —prosiguió el Doctor— que, al haber modificado el virus para salvaguardar la especie humana, éste se ha convertido en letal para los Makdihthilink que lo respiren y, dada la gravedad de la situación, no va a resultar posible avisar al resto de vuestros compañeros para que puedan ponerse a salvo. Cada segundo que perdamos estaremos multiplicando exponencialmente las posibilidades de aniquilación de nuestra especie.

Diego buscó los ojos de María intentado encontrar una solución en ellos al dilema que se les presentaba, pero sólo encontró frialdad, un brillo acerado en el fondo de su pupila que le confirmó sus más amargos temores.

— María, nos necesitan, no podemos dejarles morir así, sin intentarlo siquiera —se le quebró la voz al imaginar el final tan cruel que esperaba a los suyos—, tú puedes localizarles con tu dectógrafo si están cerca… por favor…

María apretó los labios con rabia, formando una delgada línea en su rostro, sabiendo que la decisión que acababa de tomar cambiaría para siempre su vida y el curso de la historia tal cual se conocía, pero no podía permitirse dudar en esos instantes, la suerte estaba echada.

— Diego, ¡¿es que no entiendes la situación?! Lo siento, pero no nos podemos arriesgar de esta manera, sabes que si lo hago corremos el riesgo de contagio y de todas maneras ya es demasiado tarde para tratar de encontrar una solución —aseveró María.

Diego no podía creer lo que estaba escuchando, a María no le importaba lo mas mínimo no ayudar a los suyos, ¿cómo podía ser tan fría? María se quedó molesta y pensativa a la vez, tenía sentimientos encontrados porque no podía permitir que le ocurriera nada a Diego, ¿por qué la ponía en esa situación?

— María, ¿es tu decisión final?, ¿estás segura? —preguntó Diego.
— ¿La decisión final?, ¿salvar a los suyos dejando desaparecer la humanidad entera?, ¿salvar  a los humanos sacrificando a los suyos, a Diego, a Frank? —pensaba María estremeciéndose con la idea de que a Diego le pudiese ocurrir algo.

Mientras, Diego, incrédulo y sorprendido le miraba esperando una respuesta.

— ¡Todavía tenemos tiempo para luchar María, nunca nos perdonarán en Makdihth por no cumplir nuestra misión! —le indicó Diego.
— La culpa de todo esto es nuestra y nosotros mismos tenemos que salvar este planeta —le contestó María—. Ha llegado el momento de confesaros algo, antes de salir de Makdihth me confirieron el Último Poder que sólo debería utilizar en caso de extrema peligrosidad, puesto que después de hacerlo moriré… pero he tomado la decisión y haré uso de él —concluyó María.
— ¿Qué poder es ése? —preguntó Diego.
— Es muy peligroso, que lo sepas.

María dudó por unos instantes, apesadumbrada; miró los ojos impacientes de Diego, y por fin tragó saliva y dijo:

— Sé cómo retroceder en el tiempo de La Tierra. Puedo volver hasta antes de expandir el virus… puedo salvar este planeta… y a vosotros dos. Pero Diego, antes de que digas nada quizás hay algo que deberías saber. Si retrocedo en el tiempo es muy probable que tú y yo no nos volvamos a ver. Es más, es muy probable que el mundo que hoy te rodea no se parezca en nada al que te tendrás que enfrentar. Nadie, ni yo misma, sabe si será para mejor o para peor, de lo que no hay duda es que será completamente diferente. Lo más importante —prosiguió María con tristeza en sus ojos— es que te echaría mucho de menos.
— ¿Y cuál es el peso real de una ausencia, un simple echar de menos, comparado con la posibilidad de evitar una más que probable extinción? —replicó Diego apartando su mirada de la de María.

No existía otra opción, sabía que ella tenía que hacerlo, no era por ese afán de narcisista heroicidad que se les presuponía a los Makdihthilink, no, era tan sólo el destino.

— María, me da igual, sabes que te aprecio y hasta podría llegar a quererte, pero tienes que irte… Entiéndelo, de este viaje depende el futuro de nuestra especie.

Sin tiempo para lágrimas inútiles, María introdujo su mano derecha en el bolso y buscó con el tacto de sus dedos la forma de su desactivador monoaural. Sin embargo, cuando entró en contacto con el aparato, tuvo una idea fugaz, un haz de luz que se encendió en su cerebro y que se apagó tan rápidamente que casi no le dejó tiempo para procesar. Con un rápido movimiento, María se abalanzó sobre Diego y, tras rodearlo con los brazos, sin dejarle posibilidad alguna a una huida, pensó con intensidad en aquel acantilado que un día visitaron. En un abrir y cerrar de ojos, ambos se encontraban en aquel lugar apartado de la civilización.

— María… pero… ¿¡qué has hecho!? —preguntó, incrédulo.
— Has dicho que debía irme… y he hecho exactamente eso.

Diego contempló a María mientras su mente intentaba entender qué había sucedido, y se dio cuenta que se debatía entre hacer dos cosas muy diferentes: recriminarle su actuación o tomarla entre sus brazos y comérsela a besos.

— ¡Qué carajo! —pensó.

No sabía lo que iba a ocurrir después de todo, y él no se iba a ir sin probar el sabor de su boca, por lo que se acercó a ella y sin darle tiempo a reaccionar la abrazó con fuerza. María se dejó aprisionar por aquellos brazos fuertes, pensando en cuanto había deseado que llegara ese momento, pero un sentimiento parecido a la premonición se dibujó en su mente y cuando sus labios se juntaron con los de Diego una fuerza, que no supo de donde llegaba y que era más poderosa que ella misma, la impulsó hacia atrás. Y entonces, lo entendieron.

33 comentarios en “Entre todos (Parte 4)

  1. Qué bien me venía a mi tener el poder «teletransporte», con el miedo que le tengo a los aviones (y a todo el papeleo, aduanas, cacheo, líquidos, etc) Me voy a nacionalizar Makdianita, o como se diga.

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  2. Que guay esta quedando, me gusta un montón, joo es que he tenido unos problemillas con la conexión y no me dejaba entrar como quería y comentar, pero ya estoy de vuelta… Deseando que llegue mañana para ver el final… Besos!!

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