Viaje del viernes #30

Llega el momento del día que todo trabajador espera con impaciencia, esos minutos que, si todo ha ido como debe, se convierten en los «minutos de la basura», la ansiada y deseada hora de cerrar y marcharse a casa. Y de repente, la puerta se abre y entre jadeos (o no), suspiros (o no) y cara dura (o no) se abren paso una o varias personas solicitando ser atendidas como si acabáramos de abrir. Esto, ¿en base a qué se produce? ¿Quizá por que no llevan reloj? ¿Quizá porque el de la puerta no ha hecho bien su trabajo? ¿Quizá porque a última hora sólo viene mal tener trabajo en el suyo propio?

La última hora del día laboral es, por definición, ese momento diario que todos estamos deseando que llegue. Independientemente del lugar que ocupemos. Es muy común, sobre todo en la que gente que tiene una urgencia (ya abordaré las urgencias con más detalle), que me digan lo siguiente: «Es que necesito el carné ya, si ahora estáis con las citas, me puedo pasar a última hora para que me lo hagáis«. ¿Qué clase de deducción ha obtenido el ciudadano? ¿Cuál ha sido el razonamiento seguido para llegar a esa conclusión?

Cuando yo le expongo a la gente que «para poder atenderle debemos vaciar la sala de personas con cita y mientras haya citados hay que atenderles primero, con lo cual no puedo asegurarle nada» quiero decir exactamente eso. Supongo que la parte de no poder asegurar nada no les gusta mucho, por eso la filtran y piensan otra solución. Si tenemos un sistema de citas, sería lógico pensar que éstas están mientras podemos atender a la gente. Si no hay citas, hacemos otro trabajo. O no, porque somos funcionarios y por norma general estamos de brazos cruzados viéndolas venir.

Pero lo que de verdad me llama la atención es que piensen que a última hora será más fácil atenderles. ¿Por qué? Un hipermercado no deja entrar a nadie a 10 minutos del cierre de puertas, aunque sólo vaya a por un cartón de leche… por si acaso. ¿Por qué nosotros íbamos a ser distintos? Puede ocurrir un incidente, o un contratiempo, o incluso que vengan todas las personas citadas a esa última hora. ¿Qué se supone que deberíamos hacer, horas extra sin cobrarlas? Seguro que ellos por mí no lo harían en su trabajo. Y aunque a menudo parezca otra cosa, yo no soy más tonto que nadie.

19 comentarios en “Viaje del viernes #30

  1. Nos ha ocurrido a todos los que hemos estado frente al público. Yo pensaba que todos los que llegaban a la hora del cierre eran canarios, por aquello de la hora menos, pero no. Nacionales, de la península…¡qué le vamos a hacer! Pones tu mejor sonrisa mientras le susurras en arameo. Buen fin de semana.

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    1. Ja ja ja ja. Me encantas. Sí, ¿y sabes qué es lo peor? Que muchos viven en el barrio de la oficina, que eso es ya la leche. Pero tienen otras tareas más importantes y a mí me dejaban para el final… Muy bueno lo de Canarias… Besitos

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  2. Uy si que te entiendo, yo trabajaba en hotelería en el área de eventos y si que les encantaba llegar a última hora, en especial los sábados faltando minutos para cerrar la oficina jeje , incluso me llegó a pasar que luces apagadas llave en mano cerrando la puerta y me preguntaban si podía atenderles que era rápido..o sea en serio!! jaja

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    1. Ja ja ja ja. Vaya tela. Un evento rápido…. Son dos palabras incompatibles en la misma frase… Eso es peor, porque sabes agua media hora no ha la quita nadie… Hay que fastidiarse… Besitos

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  3. Hay gente que viene con el chip de la jodienda instalado. Llegan tarde a todos los lugares y todo lo dejan para el final y van de estresados por la vida. Han decidido que todo lo que no sea «ellos» puede esperar. No suele tener cura.

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  4. Sabes qué pasa, Óscar, que cada persona tenemos un alter ego en el mundo de los cuentos y hay personas que son como el Conejo Blanco, ¡¡llego tarde, llego tarde!! Yo, si fuera tú, sacaría mi parte de Reina de Corazones… ¡¡Que le coooooorten la cabeza!! 😀 😀 😀 😀

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